domingo, 20 de diciembre de 2015

Un poco de Snorkel y kayak

Los días pasan aquí, lentos, tranquilos, paseando, un poco de kayak, un poco de playa y fiesta nocturna. Es el momento más relajado de todo el viaje que estoy realizando. Esto de parar en un mismo sitio, sin hacerse tantos kilómetros, la verdad, es de agradecer.
Me embarco en una excursión tempranito para ir con varios buceadores a hacer snorkel. Bueno, snorkel yo que no ando muy fino de oídos y no quiero luego tener que arrepentirme, pero el resto va a bucear. El día está bastante nublado, pero con la fresca mañanera, voy con Álvaro, Eva y Stefi al lío, aunque primero pasamos a comprar unos churros thais. Cierto es que están muy buenos, no tienen nada que envidiar a los de Madrid, aunque creo que debe ser el tiempo que llevo sin catar uno, reconozco que es una de mis debilidades, aunque me gusta más la porra. Estos están muy ricos y a un precio irrisorio en comparación con San Ginés, como casi todo por estos lares.
Después de un buen desayuno churrero, viene lo bueno, la hora de subirse al barco para snorkelar un poquito, vamos, toda la mañana. Tras cruzar 3 barcos hasta el nuestro, saltando de uno a otro por estribor, llegamos sin que nadie se caiga al agua, a esas horas intempestivas es fácil cualquier despiste, qué os voy a contar cuando seguro que cogéis el coche por la mañana con el piloto automático puesto. El barco es bastante nuevo, o por lo menos la apariencia es muy buena. Allí nos explican cómo va transcurrir la mañana, dónde podemos tomar té y café, algo de fruta, y lo más importante, dónde están los baños. Se recalca mucho cuál es la zona seca para que no entre la gente con los trajes empapando todo, que luego pasa lo que pasa y se pone todo perdido. La idea es ir a 3 o 4 zonas para bucear, según esté el mar en cada sitio, una de ellas es muy cerquita de la playa de la película de Di Caprio, La Playa, Maya Bay. Yo voy por libre, soy snorkeliano!
La mañana pasa entre chapuzones y viendo un montón de fauna marina, de hecho llego a ver cuatro tiburones de arrecife, aunque lo mismo fueron dos que me pasaron varias veces, no lo tengo muy claro pero me quedo con el número cuatro, me hace ilusión porque no había visto nunca antes, no había coincidido, no sé. Me cruzo en algunos momentos con los buceadores, que me saludan desde unos cuantos metros más abajo. Nos dan de comer un poquito de pad thai en el barco, algo de fruta, y vuelta para el puerto.
Al final hemos echado la mañana y son casi las dos de la tarde cuando llegamos a puerto. Ya han llegado a la playa todos los barcos rápidos desde Phuket, Krabi y alrededores, cargados de turistas y el puerto es un hervidero. A esas horas comienzan a replegarse y se marchan de vuelta a los sitios desde los que vinieron. Sólo hacen falta un par de días para tenerles pillados los horarios, operan a diario. Las tardes se quedan muy tranquilas en el puerto, pero después de irse tanto turista, es un poco aglomeración.
Volviendo a nuestras habitaciones para descansar un poco, Eva, Álvaro, Stefi y yo, comentamos de alquilar un par de kayaks e irnos a ver alguna de las playas de nuestra isla, así que aprovechando que la marea está todavía un poco alta, cogemos los kayaks y nos ponemos manos a la obra.
Llegamos a la playa de Loh Lanna Bay, con algunas dificultades porque la marea está bajando y las rocas asoman ya un poco, algún que otro rozón se lleva el kayak pero alcanzamos la arena sin muchas dificultades. Unos a descansar y otros a ponerse las gafas de buceo y a seguir disfrutando de la vida marina en el arrecife, y por qué no, hacerme unos cortes en la planta del pie por no ir con cuidado con el coral, nada serio pero escuece bastante.
Estamos un rato, tampoco mucho tiempo. La playa se ha vaciado y estamos nosotros cuatro y un par de botes, así que decidimos que es hora de largarse porque la marea está ya demasiado baja. Nos ponemos a sacar los kayaks de la arena y la cosa está bastante complicada ya, no hay mucho hueco para salir sin rocas y toca pisar con mucho cuidado por ellas. Álvaro y Eva salen sin mucho problema, pero Stefi y yo tenemos más qué problemas. A mí me molesta bastante el tema del pie y me las veo y deseo para avanzar entre las rocas, mientras Stefi es capaz de sacar el kayak de las rocas y, a pesar de haber salido, hace un intento por esperarme, pero las olas terminan por lanzarla de nuevo sobre las rocas, la cosa se pone cada vez más fea porque la marea ha bajado más y el oleaje es más fuerte. Stefi consigue remontar el kayak de nuevo y me acerco un poco, según se acerca, consigo subirme de un salto que casi vuelco el kayak del ímpetu, pero al menos salimos de la zona rocosa y podemos palear con cierta facilidad. Nos ha llevado un rato, sobre todo por lo torpe que he estado, pero tengo que decir en mi defensa que el pie me escuece horrores por los cortes.
Nos lleva un ratito llegar a nuestra playa para dejar los kayaks, la marea ha bajado tanto que tenemos que dejarlos abandonados y volver andando al chiringuito donde lo hemos alquilado para decir a los thai dónde están, además de pagarlos, claro. Están acostumbrados a que la gente haga el canelo con la marea y tienen un carrito para ir a buscarlos, tontos no son, no.
Toca relajarse un poquito después de la aventura marina, que luego hay que salir a cenar y siempre terminamos por liarnos entre unas cervezas y otras.
Las noches se hacen especiales aquí. Salir con la gente a cenar, terminas por juntarte con ocho o diez personas para comer unas pizzas, hamburguesas o cualquier cosa que no sea comida thai, porque al final sale más barata la comida occidental, imagino que por el tema turismo. Muchas risas durante las cenas, alguna que otra cerveza y muy buen ambiente, luego remantando con algún bucket, música con billar o juegos de mesa, para terminar en el Bananas y la playa, si al día siguiente no hay madrugón por trabajo o quehaceres. Te sientes como en una pequeña gran familia, hay un ambiente que enamora.

Me gustaría dedicar esta entrada a toda esa gente que me ha acogido en estos días y ha hecho de este tiempo algo tan especial, muy buena gente, como Stefi, Manuel, David, Julie, Maca, Jesse, Fanny, Musimusi, Lucía, y muchos más... muchas gracias.




viernes, 11 de diciembre de 2015

Phi-Phi y la fiesta

Llega el día de ir a Koh Phi Phi, que muchos conocen el nombre gracias a la archiconocida película de La Playa de Di Caprio (yo no la he visto, ni ganas que tengo). Bajo a la recepción de hostel y me pongo a hablar con mi querida señora, mientras me dice que el transfer que me recogerá para llevarme al ferry, llegará a la hora. Sigo esperando y veo que no llega, la hora del ferry se acerca peligrosamente y allí no aparece nada que se le parezca, continúo hablando con la mujer y vuelve a llamar para ver qué pasa con la furgo. Los minutos pasan y me empiezo a poner ya algo nervioso porque a falta de 10 minutos de salir el ferry, sigo sentado charlando. Finalmente, aparece una furgoneta diciendo que es el transfer, a falta de cinco minutos para que parta el ferry según el horario. Me despido de la mujer y me largo corriendo con el conductor que parece poco estresado. Llegamos a la puerta de otro hostel y montan tres personas más a las que pregunto si van a coger el mismo ferry que yo, resulta que van a coger otro diferente y el muelle no es el mismo. Le digo al conductor que ya es la hora de mi ferry y ni me dirige la palabra, como si no fuera con él la cosa. Recogemos a otra pareja en otro hostel, miro el reloj y veo que es la hora de partida de mi ferry, así que no me da por otra cosa que reírme y decir al resto de la gente que casi me voy con ellos porque ya no llego ni por asomo. Mientras el conductor ya va acelerado con la furgo, creo que podría hacer pole en cualquier circuito de F1. Llegamos al primer muelle y se baja todo el mundo, mientras me quedo sentado descojonado de risa, la gente, muy amable, me dan casi el pésame y me dicen que suerte con el viaje. Se monta el conductor a toda prisa y se pone a hablar por el móvil con alguien dando muchas voces mientras conduce, finalmente cuelga y termina dando un grito y dos puñetazos al volante. Ya han pasado 10 minutos desde que el ferry ha partido, llegamos al muelle y me grita que corra. Llego al interior de la terminal y voy a cambiar el ticket de la reserva por mi billete y me dicen que no corra que todavía no ha llegado el barco en el que tengo que partir, que va con mucho retraso, así que tengo una mezcla entre cabreo, alivio y descojone, pero esto es Tailandia, así funcionan las cosas aquí. La sincronización suiza se habría suicidado varias veces ya.
Después de casi una hora y media de retraso, aparece el barco y abren la puerta para embarcar. Esperando a que desembarque primero toda la gente que hay dentro, la gente se agolpa en el muelle como si fueran a quedarse sin sitio y les tocara ir colgados de los neumáticos. A veces me cuesta ver la diferencia entre los trenes de India y este tipo de cosas de los occidentales, sin diferenciar entre países, que tan civilizados nos creemos hasta que toca "sentarse". Me retiro un poco para ver la cómica escena y, después de casi 30 minutos saliendo gente del barco (parecía el típico 600 lleno de payasos que no paran de salir), por fin empezamos a embarcar. Tiro la mochila donde deja todo el mundo las maletas y me siento al fondo, con los cascos puestos y dispuesto a dormitar un rato. Espero que no se convierta aquello en el barco de las potas como pasó en la Gran Barrera de Coral, allí no hay bolsas de papel.

Cuando abro un ojo parece que ya estamos llegando, no tiene pinta de que haya habido una crisis de vómitos, cosa de agradecer porque el olor ya era de por sí, digamos que, complicado. Ya en Phi Phi, con muchas ganas de ver a mi Stefi, que está trabajando como instructora de buceo en un centro de buceo de la isla, así que si vais por allí, directamente a verla que es una crack y mejor persona. Total, que como está trabajando, me voy con mi petate en busca del centro de buceo que, total, la isla no es muy grande y no me va a llevar mucho tiempo dar con ello, de hecho en menos de 20 minutos estaba allí con ella, con un hambre atroz pero contento por haber llegado. Después de tiempo por ahí dando vueltas solo, es una sensación indescriptible encontrarte con un amigo, debe ser algo como que se te aparezca la virgen y te diga lo de construir una iglesia allí mismo, digo yo, no sé. Total, que de pronto me sentí como en casa. Me acompaña al sitio donde se aloja ella para que me den una habitación. El sitio está muy bien, en la otra playa grande de la isla, con una imagen muy chula de toda la playa, con los garitos nocturnos al fondo a lo lejos, esos que más tarde se escucharán por el rebote del sonido en el agua de la bahía, nada que no se pueda arreglar con... si no puedes con el enemigo, únete a él y vete de fiesta.

Llega la noche y nos vamos a celebrar que he llegado sano y salvo, la palabra clave es bucket, es lo que debe saber cualquiera que va a Phi Phi a pasar un tiempo, le puede salvar la vida. Stefi me presenta a un montonazo de gente, casi todos instructores de buceo de un montón de nacionalidades que están en la isla, todos muy majetes. La noche promete, las risas aseguradas. Me esperan unos cuantos días en Phi Phi, ¿nos lo tomaremos con calma?

domingo, 6 de diciembre de 2015

Krabi y largas charlas

Paso de Camboya a Krabi, no sin antes tener problemas en la facturación del equipaje. Me confundí al escoger la fecha del billete para Krabi y tuve que estar buscando en Air Asia para poder cambiarlo, no lo tienen nada fácil. Pensaba que estaba todo hecho hasta que llego al mostrador de facturación y me dicen que tengo que pagar un extra por facturar la mochila. Después de discutir un rato con el tipo, acepto pagar ese extra y me pasan al mostrador de al lado para no demorar mucho la cola. Viene otro tipo y se pone a teclear en el ordenador mientras le cuento la batalla del cambio de fecha del billete y que no entiendo qué ocurre puesto que escogí una maleta para facturar al seleccionar el billete. Estoy 20 minutos esperando, mientras el hombre llama como 10 veces por teléfono a gente y habla con ellos en camboyano, no entiendo nada de lo que pasa. Finalmente, me dice que está todo resuelto, que no tengo que pagar nada y me da los billetes. Ha habido un fallo en su sistema al cambiar la fecha, sólo cogió mi nombre y el cambio de fecha, ningún otro dato de los seleccionados que yo había escogido. Así que cabreado como una mona, le digo que por un problema suyo no me pueden tener allí esperando tanto tiempo y pidiendo dinero de primeras, son de datáfono fácil. El hombre se vuelve a disculpar y me indica dónde está el control para pasar a la puerta de embarque (vamos, un que te den de forma elegante). El resto del vuelo es sin incidente alguno, al menos hasta que llego a Krabi. Como era un vuelo internacional y tuve que hacer escala en Bangkok, llego a la terminal de vuelos domésticos y tras esperar 30 minutos a las maletas, por fin alguien me indica que las maletas de la gente que veníamos de Bangkok (2 parejas y yo), tenemos nuestras maletas en la terminal de internacional. Nos ponen un autobús para llegar a dicha terminal y por fin recojo la mochila, sólo he necesitado 50 minutos.
En fin, después de otra experiencia más con los aviones y aeropuertos, por fin llego a Krabi, a un pequeño hostel regentado por una mujer de unos 60 años, tailandesa, que debe tener pocas visitas y me coge por banda y se pone a contarme un montón de cosas sobre Krabi, sobre su vida y demás, hasta que le digo que si me deja que me pegue una ducha y luego hablamos, mucho mejor, estaba cansado después de toda la jarana aeroportuaria. Así que me subo para la habitación y directo a la ducha, por fin estoy en Tailandia tal y como quería.

Duchado y listo para cenar, bajo y me pongo a charlar un rato con la mujer tailandesa. Me recomienda un sitio donde ella suele ir para tomar pad thai porque le cuento que me flipa y que yo como en cualquier lado, no tengo problema. Después de un rato de animada charla y hacerme saber que ella es de Koh Phi Phi, mi siguiente destino, y que allí tiene a casi toda la familia, que son muy conocidos en la isla, salgo para buscar el sitio que me ha recomendado. No tardo en encontrarlo y me asomo para ver si no había nada parecido cerca y no me he equivocado con las señas. No veo ningún occidental, sólo un puñado de thais comiendo y charlando animadamente. Me mira la señora que está cortando los noodles y con gestos me pregunta que qué quiero y qué hago ahí. Simplemente le digo "pad thai" y me indica que entre, sin más. Veo una pequeña mesita y me siento a esperar. Hay una señora poniendo una especie de zumos con hielo y le pido una botella de agua en tailandés, todavía recuerdo cómo se pedía de cuando estuve en 2013. Al cabo de un rato, aparece un platazo enorme de pad thai. Qué ganas de comer aquello, por fin uno de mis platos favoritos. Me pongo como el kiko.

Ya cenado me pongo a pasear por el mercado nocturno, aquello me recuerda más a los típicos mercados de zonas de playa en España que a un mercado tailandés, está montado única y exclusivamente para turistas. Veo a una niña que debe tener unos 10 años (es complicado para mí acertar las edades de los thais, parecen todos más jóvenes de lo que son), vestida con el traje tradicional y haciendo bailes para los turistas, uno tras otro, es una imagen un tanto horrenda porque los padres están a un lado contando el dinero recogido de cada actuación suya. Sigo con mi paseo nocturno, me alejo un poco del mercadillo y termino descubriendo un templo budista, entro y me quedo un ratito en silencio, aprovecho que no hay nadie para pensar en mis cosas, qué bueno es disfrutar de esos momentos silenciosos. Nos parece que no existen pero cuando los encontrarmos, al menos yo, no puedo dejar de pararme un rato para saborearlos. Estamos demasiado acostumbrados a una vorágine diaria la cual no nos deja tiempo para nosotros, aunque pensemos que sí, mentira.

Llego al hostel y me encuentro de nuevo a la señora allí, así que me pongo a hablar con ella de nuevo, al final me cuenta tantas historias diferentes que engancha. Me saca unos bollos típicos de Krabi para que los pruebe y me ofrece un plátano, allí tienen siempre plátanos para regalar, facilidades de haber tanto bananero. Hablamos durante bastante tiempo y nos da casi la medianoche. Hemos comido pastas, bebido algo de té y he cogido el ticket del ferry para Phi Phi, el transfer para el muelle me recoge a las 9.30 de la mañana, pero yo quiero aprovechar, madrugar un poco para desayunar e irme a ver la ciudad con luz y el templo.

Fin del día en Krabi. Al final ha mejorado muy mucho la cosa para como había empezado con los aviones.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Amanecer en Angkor

Suena la alarma del móvil, son las 4 de la madrugada. Ahora mismo me estoy acordando muy mucho de la madre del tío del tuk-tuk. Me lo encontré en la puerta del hotel según llegaba de cenar, dije que le invitaba a una cerveza por el día tan bueno que pasamos viendo templos en Angkor y me dijo que me llevaba a un lugar de gente camboyana, que así me saldría más barata la invitación. Así que le hice caso y me dejé llevar. Terminamos en algo que parecía más bien un club de alterne, restaurante, karaoke, bar,... no sé muy bien cómo definirlo, pero sí que había chicas de compañía. Eso sí, ni rastro de occidentales, todo camboyanos. Total, nos sentamos en una mesa y pedimos unas cervezas. Se nos acercó un grupo de chicas para ver si queríamos compañía, a lo que cortésmente declinamos la invitación para seguir con nuestra animada conversación sobre la vida en Camboya, en España y en el mundo en general. Lo que iban a ser unas cervezas se convirtió en un cubo con varios trozos de pollo rebozado mojados en diferentes salsas, unas más picantes que otras. La noche discurría entre conversación, cervezas y pollo, hasta que por fin nos dimos cuenta que era casi medianoche y yo tenía que madrugar mucho para el amanecer. Pedimos la cuenta y, lo que iba a ser una invitación por mi parte, se convirtió casi en un pago a medias, yo no llevaba dólares suficientes para pagar (había salido con 15 y eran 18), así que el camboyano tuvo que aflojar su parte, pidiéndome disculpas porque al final nos habíamos venido arriba y la cuenta fue algo más elevada de lo esperado en un principio. Disculpas aceptadas, no pasa nada, son esas noches que siempre se quedarán grabadas en la memoria de uno. Cuántas noches puede uno recordar irse de cervezas con un camboyano a un antro y que toque pagar a pachas, "priceless".

Total, que son las 4am, tengo más sueño que vergüenza, me lavo la cara y saco fuerzas para coger la mochila y dirigirme a coger la bici para hacerme los 8 kilómetros a oscuras hasta Angkor. Despierto al de seguridad del aparcamiento que estaba durmiendo al raso, cojo la bici, enciendo un pequeño frontal que llevo y me pongo en marcha. He memorizado el recorrido porque sabía que no sería capaz de leer ningún cartel a esas horas, ya de por sí difíciles de encontrar en algunas calles. Según avanzo, me adentro en la avenida principal y empiezo a ver un par de tuktuks con turistas camino de Angkor, vamos todos a lo mismo, ver el amanecer allí. Me ayudo de las luces traseras rojas para guiarme, está realmente oscuro y lo único que hace mi frontal es atraer a todos los bichos volantes de la zona a mi cara, mejor cerrar la boca y casi los ojos. Paso por el control de seguridad enseñando el ticket que me hice el día anterior (lleva mi foto y todo) y sigo para Angkor Wat, todavía me quedan unos kilómetros. El calor es bastante fuerte pese a no haber salido el sol todavía. No puedo dejar de reírme al recordar a la gente del hotel diciéndome que a esas horas suele hacer fresco casi frío. Perdonad que me ría, 28 grados no son frío, al menos en mi pueblo.

Por fin llego a Angkor Wat, ato la bici a una valla y me dirijo al templo. La verdad es que somos pocos, pero al poco empieza a llegar mucha más gente. Mientras ya he cruzado la entrada y voy para la zona del pequeño estanque, la vista deseada por todo el que va porque con los primeros rayos, se refleja en el estanque la impresionante estampa de la fachada principal de Angkor Wat. Me quedo un poco retrasado porque hay mucha gente al borde del estanque, prefiero verlo desde atrás y no sentir que estoy en Preciados en plenas navidades, llamadme loco, pero creo que un sitio tan mágico y especial, se disfruta un poco más en silencio y no con el bullicio de turistas y vendedores.
Después de casi una hora, la luz empieza a despuntar y se puede ver nítidamente la figura del templo en el agua. Es un amanecer precioso en ese lugar tan especial, algo que se queda en la retina, lo sientes único. Para mí el espectáculo ya se ha terminado ahí y me dirijo a ver otros templos que seguramente estén vacíos en ese momento. Cojo la bici y me pongo en marcha, esta vez sin prisa y disfrutando de detalles de algún templo ya visitado, y deleitándome con algún templo sin visitar.

Me paso el día de templo en templo y cuando me quiero dar cuenta son las 3 de la tarde, llevo una tremenda sudada y calculando a ojo he recorrido casi 30 kilómetros, así que decido volver ya para el hotel, necesito una hora de piscina por lo menos para relajarme. Me pongo en marcha, todavía me esperan unos 10 kilómetros hasta el hotel y las fuerzas no son las del principio. Esa noche toca descansar y hacer mochila, al día siguiente salto para Tailandia y tengo que dejar todo preparado.

Ya he pasado un ratito en la piscina, devuelto la bici de alquiler y me he pegado una ducha relajante, y ahora me voy directamente para Pub Street, la mítica calle de la "fiesta" de Siem Reap, que no la vi el día anterior por razones "camboyanas". Cuando llegó allí no me gusta mucho, todo muy enfocado para el turista, concretamente el de borrachera fácil, así que me alejo un poco después del paseo y termino cenando en un indio, por cambiar un poco la dieta de estas últimas semanas. De ahí directamente a la cama, dando gracias por no encontrarme en la puerta del hotel al tío del tuktuk y que me volviera a liar.

Tailandia espera.