viernes, 27 de octubre de 2017

Siglos de Peregrinación

Otra vez desayuno con noodles y un sinfín de cosas, al final terminaremos rodando en lugar de andar. Listos y ya en el puesto de las motos eléctricas que para eso somos gente de palabra. Todo el día por un precio más que asequible, nos dieron nuestra flamante moto, un poco de probar los frenos (algo muy importante) y camino de nuestros primeros templos. Encaminados a Old Bagan por una de las principales vías, fuimos parando a izquierdas y derechas para ver algunos de la multitud de pagodas y estupas que nos fuimos encontrando por el camino, creo que es imposible verse todos. Nos íbamos encontrando con locales que trataban de hacer negocio en los templos, algunos muy tranquilos donde pensabas que no había nadie, pum! al girar una esquina te podías encontrar un tenderete con comida, pinturas o incluso libros. El famoso libro de George Orwell de Días de Birmania se puede encontrar en multitud de idiomas en muchos de los puestos de por aquí.
Plano en mano, íbamos orientándonos para tratar de ver los principales templos que teníamos en nuestra lista personal, cruzándonos con alguna que otra moto de occidentales tan despistados como nosotros y multitud de coches y camionetas tipo pickup abiertas, llenas de locales, de un lado para otro. Empezamos a llegar a las grandes pagodas o, al menos, las más señaladas. Llenas de turistas locales y grandes grupos de monjes budistas que paseaban por ellas, se sentaban a rezar o incluso posaban haciéndose fotos entre ellos. Es curioso cómo nos miraban a los occidentales, muchos no debían estar acostumbrados a cruzarse con nosotros. Tuvimos varias experiencias en el que nos pedían posar junto con ellos para hacerse fotos con nosotros. Un grupo de adolescentes nos paró y varias de las chicas se hicieron fotos con nosotros, con una mezcla entre vergüenza y risas. El momento cumbre fue cuando me pararon un par de monjes budistas jóvenes, con sus túnicas y sombrillas y sin hablar ni papa de inglés, me hicieron ver que querían una foto porque no paraban de enseñarme el móvil, y pensé que querían que les hiciera una foto a los dos monjes juntos, pero la realidad es que querían hacerse ellos una foto conmigo. Primero con uno, luego con otro y finalmente con los dos juntos. Todo entre risas y caras sonrientes. Me encanta la naturalidad y el buen rollo de esta gente.
El calor pega duro en la llanura de Bagán, así sudando la gota gorda lo mejor era buscar un sitio donde poder comprar agua fresca y eso hicimos. Tocaba descansar un poco porque entre el calor, el sol de justicia y los pies chamuscados de estar descalzos sobre algunos suelos que ardían, necesitábamos un pequeño respiro, todavía quedaba mucho por ver.
Reanudamos la marcha viendo más pagodas y estupas, haciendo fotos y más fotos. Nos empezamos a salir del circuito más turístico y nos adentramos por caminos que llevaban a templos más alejados y con mucha menos afluencia de gente. No teníamos presente lo de las serpientes pero, total, seguro que no íbamos a encontrar ninguna con el sol que había, mucho mejor estar a la sombrita bajo tierra. Terminamos en un camino nada concurrido que discurría por la parte trasera de un enorme campo de golf y una gran torre feísima supuestamente perteneciente a algún cuñado de un alto cargo del Gobierno, ya sabemos cómo van estas cosas. Al final llegamos a un camino grande después de estar más de 30 minutos sorteando charcos, pasando zonas arenosas donde uno se tenía que bajar, y sin parar de escuchar ruidos en la maleza según pasábamos de forma silenciosa con nuestra moto eléctrica.
La tarde iba cayendo y el sol con ella, nos fuimos a un templo donde se podía subir para ver el atardecer, pero resultó que no se podía acceder por rehabilitación debido al terremoto que sufrío aquella zona y dejó tantos templos deteriorados, así que nos fuimos a una especie de loma pequeña que había enfrente. La sorpresa fue que al llegar vimos como a 20 personas con cámaras profesionales o casi profesionales, con grandes objetivos y trípodes enormes apostados para captar la puesta de sol. Alucinábamos de cómo iba la gente de pertrechada. Los mosquitos nos asediaban porque a esas horas ya empiezan a tener ganas de sangre y el repelente nos parecía que servía de poco, la verdad. Embadurnados era poco. Vimos a un tipo que era una mezcla entre fotógrafo y ninja, tapado hasta las orejas y con una malla antibichos puesta en la cara, parecía llevar un traje nbq, más la malla y un gorro de explorador, un personaje. De pronto, alguien llega corriendo para coger su cámara del trípode y le siguen como diez de los fotógrafos, no sabíamos qué estaba ocurriendo pero debía ser algo interesante. Empezaron a bajar la loma y nos asomamos. Comenzamos a ver a un pastor que llevaba un rebaño de vacas y las estaba pastoreando. Se empezaron a escuchar disparos de fotografía como si estuvieran en modo repetición. Todas aquellas cámaras apostadas comenzaron a disparar sin parar, mientras algunos aguerridos fotógrafos se acercaban con precaución al ganado (manso no, lo siguiente). El más valiente, un fotógrafo italiano, llegó a acercarse a varios metros, nosotros alucinábamos porque parecía que esta gente no había visto un pastor con vacas en su vida. Nos dio la risa floja y no podíamos parar. La escena parecía sacada de un sketch de los Monty Phyton. Estuvimos un buen rato comentado la jugada imitando al bueno de Félix Rodríguez de la Fuente. Cuando nos cansamos ya de ver tanta chorrada, nos fuimos a un templo pequeño cercano donde vimos que se podía subir al techo para, ahora sí, ver el atardecer. Justo cuando íbamos por el camino, se nos cruzó un grupo de decenas de vacas y tuvimos que esperar unos minutos a que pasaran, si lo hubieran visto aquellos fotógrafos locos hubieran muerto de felicidad. Ver para creer.


Llegamos al templo, y subimos por un lateral, había solo una persona arriba, una chica suiza con la que estuvimos charlando un rato, estaba viajando por el sudeste asiático hacía poco tiempo y tenía pensado visitar más países cercanos. Finalmente, llegaron 4 o 5 personas más y esperamos ver ponerse el sol. Las nubes estaban bastante bajas así que la puesta no llegó a ser todo lo idílico que pretendía ser, pero el ambiente y el silencio le daban un toque de espiritualidad.
Después de aquello, enfilamos para el puesto de las motos. Nos adentramos por caminos tratando de acortar y la noche caía, la luz de la moto no daba para mucho y la batería de la misma ya empezaba a bajar. No es que estuviéramos muy ubicados en el mapa, MAPS.ME nos la jugó y no nos marcaba bien dónde estábamos, conseguimos llegar a una zona de granjas donde nos cruzamos con varios locales llevan animales y algunos carros y, finalmente, llegamos a la carretera principal, ya tendríamos que estar cerca o relativamente cerca. La luz de la moto no te dejaba ver mucho más de 2 o 3 metros y la batería baja en picado, ya me estaba viendo teniendo que llevar la moto andando con el frontal de luz en la cabeza. Cuando llegamos a la entrada de New Bagan ya estaba en 2 rayas de batería de las 6 o 7 que tenía, pero el puesto estaba a menos de un kilómetro. Respiro.
Dejamos la moto en perfecto estado, acordamos otra moto para el día siguiente y nos fuimos al hotel a disfrutar de la piscina como locos. Lo único malo de la piscina a esas horas es la cantidad de mosquitos que hay por los alrededores, es mejor quedarse dentro y eso hicimos. Después de un ratito de relax, ducha rápida y a buscar sitio nuevo para cenar, nos gusta ir cambiando para probar cosas o sitios.
Día de calor, sol, no atardecer y mucho beber líquido. Admiro a los locos que cogen por aquí una bici para ir a ver templos. O no ven muchos templos, o pierden vida en el intento. Nosotros al final nos hicimos como 50 km con esas condiciones climatológicas, no es un paseo, no.

miércoles, 25 de octubre de 2017

El Autobús

La tarde de antes estuvimos en la estación de autobuses para coger un billete que nos llevara hasta Bagan. Todo un ir y venir de autobuses, grandes, medianos y pequeños, coches cargados con fardos hasta los topes, motos, y un no cesar de gente yendo y viniendo. Todo eso en un ambiente casi a oscuras por la poca iluminación que había, bastante polvo y ruido de claxon por doquier. Fue toda una experiencia aparecer por allí, lo bueno es que nuestro taxista nos llevó directamente a la agencia que hacía dicho recorrido, imagino que llevándose su comisión obviamente. En este país es muy curioso ver cómo pasa el dinero de mano en mano, va y viene, una cosa de trileros.
Era la hora correcta y apareció el autobús en la puerta del hotel tal y como nos dijeron. Si eres extranjero te tienen controlado en todo momento, tu número de pasaporte e información del hotel y habitación donde te alojas, pasa de listado en listado por hoteles, alquileres de motos, agencias de viajes,... tienes cierta libertad de movimiento, no toda la que quieras. Así que los que preguntáis si he visto algo de los rohynga, no, imposible acceder a esa zona si eres un mero turista como es nuestro caso, aunque seguro que con pasta y complicándote la vida un poco, todo es posible. Prosigo.
Nos recoge un pequeño autobús, creyendo que sería ese en el que iríamos hasta Bagán, como experiencias propias que habíamos tenido en Tailandia con los minibuses esos, pero no, no era ese. Recogieron a varias personas en el hotel y fuimos directos a la estación de autobuses del día anterior, esta vez a plena luz del día y viendo el hervidero de gente y autobuses grandes que había allí. Había llovido un poco la noche anterior y lo que antes era polvo, se había convertido en un lodazal de barro y lagos, lo que no impedía que hubiera un gran movimiento de mercancías y personas por aquel escenario pantanoso. Fuimos hasta nuestro autobús grande y comenzamos a subirnos todos según nuestro número de bilete, por lo menos me cabían las piernas. Por lo visto, muchos de los autobuses se los compran a Korea y Japón y, digamos que sus estándares humanos, no son como los nuestros sino un poco más pequeños. Una vez acoplados, arrancamos para salir de la estación.
Según fuimos saliendo, nos repartieron unas botellas de agua para el camino, todo un detalle. Comenzamos a salir a la avenida principal y el autobús se para para coger a un par de personas que suben. No llevaríamos un kilómetro y para para que suban otras 3, y así un número bastante alto de veces. El bus era de 52 plazas e inicialmente éramos 7 personas. Según salíamos ya de Mandalay para coger "la autopista", el bus reducía la marcha, se abría una puerta y el "revisor" gritaba si había alguien para subirse a ese bus en los diferentes puestos que encontraba a su camino, lo que venían siendo sus paradas en el recorrido. A veces se montaban una o dos personas, otras simplemente les daban un paquete o varios fardos de comida, que se subían y se colocaban en el pasillo central del autobús. Así que era algo como una agencia de transporte de cosas y personas, muy curioso.
Curva va, curva viene, algún peaje donde no se para si quiera para pagar, simplemente se abre la puerta del bus, se asoma el revisor con unos billetes en la mano y se los deja en la mano al tipo del peaje como si se pasaran droga o cualquier otra mercancía ilegal, o simplemente hacía un rollito y se lo tiraba a la cabina si el tipo estaba despistado o atendiendo a otro vehículo.
Seguíamos viendo obras en la calzada en algunos tramos. Mujeres cargando piedras que luego eran aplastadas por la apisonadora hasta hacer lo que era la carretera. No sé si lo hacen para tener a la gente ocupada en algo o es que realmente están tan atrasados. Hablo desde mi más completa ignorancia, ya me informaré.
Finalmente, después de 6 horas de autobus, de bache en bache, con subidas y bajas de gente y paquetes. Después de haber vuelto a cambiar de autobús a mitad de trayecto en otra estación de buses. Tras haber parado varias veces a descansos de 20 minutos para ir al servicio, o comer algo o simplemente estirar las piernas. Habiendo probado una mierda riquísima (era pura drogaina) de barritas de sésamo tostado, como las barritas energéticas pero de verdad, no de plástico, o unas "hojuelas" como dirían en mi pueblo, Nava de la Asunción (Segovia), con una especie de miel muy suave que se te saltaban las lágrimas. Llegamos a Bagán! concretamente a Old Bagan, y nos alojábamos en New Bagan, así que el bus fue dejando gente hotel por hotel o parada por parada y, como de costumbre, nos dejó los últimos, parecía que no acababa nunca. Terminé con el culo carpeta.
Cuando llegamos al hotel, nos acogieron muy bien los empleados de allí, saliendo a recibirnos. La hospitalidad birmana es fantástica en todos los sitios. El hotel se veía muy pintón, con piscina, muy importante en Bagán sobre todo si te vas a dar la paliza a ver templos por el día. La verdad es que cogiendo de un día para otro el hotel o el hostel con AGODA en el móvil, nos ha ido de coña en todo momento. Mucho mejor de precio que booking u otras, estoy hablando de diferencias de precio de 60 0 70 por ciento, una pasada. Total, que llegamos, pasaporte, a rellenar de dónde venimos, a dónde vamos, días, que si número de visa,... lo de todos los hoteles. Subimos, dejamos las cosas, y nos fuimos a ver un par de templos, ya casi a oscuras, que teníamos a 300 metros del hotel, estábamos impacientes. Los templos son muy antiguos y, aunque los veas descuidados o con maleza, sí, te toca entrar descalzo. Sin miedo a serpientes o bichos (la cobra real se encuentra entre las especies que aquí viven), descalzos y casi sin luz, nos pusimos en marcha. El primer templo era muy pequeño y terminamos rápido, fuimos al segundo que estaba a unos metros de distancia. Nos encontramos a dos chavales que estaban encendiendo velas en el interior de la pagoda junto a una gran estatua de buda. Estuvimos charlando un rato con uno de ellos, nos preguntó de dónde éramos, días que llevábamos en Myanmar, que si necesitábamos un taxi, etc. Es la manera que tienen de hacer "negocio" o simplemente charlar, por lo cierto es que andan muy justos de inglés y también quieren practicarlo.
El día ya se hacía un poco largo, ya sólo podíamos alcanzar a ver lo que la luz de mi frontal led daba, así que decidimos ir a buscar un sitio donde comer algo para volver al hotel a acostarnos después de una larga ducha reconfortante. Volvíamos para el hotel, después de una suculenta cena probando diferentes currys, que pasamos por un puesto de alquiler de motos eléctricas (e-bikes), estuvimos hablando con el dueño e informándonos un poco y quedamos con él en que volveríamos al día siguiente a por una, ya no dábamos hoy para más y el alquiler era de 8 a 20 horas y ya eran cerca de las 21h.
Volvimos para morir al hotel, a las 6.30 am tocaba diana.


domingo, 22 de octubre de 2017

U-bein y alrededores

Desayunamos con calma mientras esperábamos que nos recogiera el taxista con el que acordamos el paseo para hoy. Así apareció y emprendimos nuestra marcha hacia un monasterio cerca del famoso puente de U-bein, tan mitificado por sus atardeceres tranquilos. Estuvimos viendo un sitio donde fabricaban las faldas que llevan hombres y mujeres en Myanmar, hechas de algodón o seda. Encontramos unos viejos telares y unas afanadas mujeres creando aquellas maravillas con sus complicados patrones. Entre el ruido acompasado y los movimientos, uno se podía quedar hipnotizado mirando aquella maestría. Obviamente, era la típica visita para que compraras en la tienda de al lado que es donde ellos hacen dinero. Cuando terminamos, fuimos al monasterio budista.
Paseamos por dicho monasterio, viendo escenas muy curiosas para nosotros, como los monjes lavándose con las túnicas que llevan puestas, lanzándose cubos de agua y usando un poco de jabón de manos. Algunos bromeaban entre sí, sobre todo los más jóvenes. Los podías encontrar de todas las edades, desde niños de 7 u 8 años hasta adultos entrados ya en la vejez. Tenían sus edificios de oración, su biblioteca, sus aposentos. Todo de forma muy austera y sencilla, no necesitan mucho para vivir dedicados a la oración.
Pasado un rato, escuchamos que llamaban para comer, era temprano, serían las 10 de la mañana, y hubo un revuelo entre un montón de turistas de un numeroso grupo, los cuales enfilaron hacia la zona del comedor. Nosotros estuvimos un rato más paseando por el complejo para seguir viendo eficios. Unos 30 minutos después fuimos para el comedor y nos encontramos a un montón de turistas, cámara en mano, haciendo un pasillo enorme, y el patio de la entrada al comedor llena de personas para servir la comida de unas grandes ollas. La comida básicamente consiste en arroz blanco y una especie de pan, y solo una vez al día, imaginaos. Empezaron a formar en fila todos los monjes, apareciendo de todos los sitios del monasterio, cientos de ellos. Había un señor, aparentemente birmano y turista, que había llevado un montón de bolsas de algo de comer, e iba repartiendo monje por monje cada bolsita. Es muy típico ver a los monjes fuera de los monasterios acercándose a los sitios para pedir comida. Este señor fue uno por uno dándoles bolsa a bolsa. De pronto, el que parecía el monje que dirigía todo aquello, hizo una señal y comenzaron a servir la comida. Fue un momento muy ceremonioso ver a todos aquellos monjes y monjas (también había mueres, con unas túnicas en rosa y naranja). Pasaban en silencio, abrían el recipiente que llevan todos, recibían su ración de arroz blanco y entraban dentro del comedor, o bien salían para comerlo fuera. No dejaba de ser un poco chocante ver a tanta gente disparando fotos del momento, como si no hubiéramos visto dar de comer nunca a alguien. Es muy complicado saber dónde termina la curiosidad y empieza el circo con este tipo de cosas. Por un momento, te pones en su lugar, en el lugar de los monjes, o al menos tratar de hacerlo, y qué pensaría uno entonces. Curioso.


Estuvimos un rato más y nos fuimos a ver el puente de U-bein, ya pegaba el sol de buena gana y recorrimos un poco aquellas viejas tablas para poder observar el paisaje desde una perspectiva diferente. Era curioso ver a los pescadores metidos dentro del agua hasta el cuello, con rústicas cañas de pescar y alguna que otra caña de bambú para ayudarles a moverse en aquel fango. Dimos un paseo y nos fuimos, ya volveríamos por la tarde para ver la puesta de sol. Nos íbamos para Inwa, una pequeña zona con templos antiguos y pintorescos lugareños.
Después de varios peajes llegamos, aunque no esperéis peajes como los que conocéis, aquí la gente no para ni para pagar, se lo preparan en la mano y según pasan se lo dan en movimiento, rápido e indoloro, y eso que la carretera de pago es la misma que la de no pago, piedras trituradas y alisadas.
Estábamos en un pequeño embarcadero para cruzar a Inwa. Había una barca que cruzaba constantemente de orilla a orilla. Cuando nos acercábamos a la otra orilla, un montón de mujeres cogían posición para tratar de vender diferentes tipos de objetos tallados y pulseras. "Mingalaba" según llegamos y casi sin salir de la barca te empezaban a preguntar de dónde eras para tratar de acertar alguna palabra en tu idioma y captar tu atención para vender. Según subíamos un pequeño repecho en tierra, comenzamos a ver caballos y más caballos enganchados a carreteras destartaladas con una especie de tacos en las ruedas para, imagino, coger tracción. Se podía ver una gran cantidad de barro, lo que indicaba que había llovido allí no hacía mucho tiempo. Decidimos ir por nuestra cuenta, a pie, para explorar un poco aquello y pasear, al final es mucho tiempo sentado en un coche entre trayecto y trayecto. Pudimos sentir la humedad de la zona, con el calor agobiante, y el camino se empezó a hacer un poco duro al cabo de una hora andando. Cada vez que nos cruzábamos con alguna carreta nos decían que el pueblo estaba muy lejos, pero declinábamos la oferta amablemente porque queríamos andar. Comento que se puede hacer andando, aunque no es fácil porque no vais a encontrar ninguna indicación, ni cartel que podáis entender, todo está escrito en birmano y no es que haya mucho escrito, pero sí bastantes cruces de caminos como para que no sepáis hacia dónde hay que ir. Al final nos terminamos todo el agua que llevábamos y aparecimos en un pueblo. Seguíamos andando y una mujer, desde su casa, nos ofreció una carreta. Ya cansados de dar vueltas porque no sabíamos ni dónde teníamos que ir, aceptamos el ofrecimiento, total, la gente de allí vive de eso. La mujer sacó la carreta y fuimos con ella a ver varios templos. La verdad es que luego nos dimos cuenta que no nos quedaba más de una hora para llegar al punto más lejano del recorrido, pero ya estábamos con el lío. Tuvimos un momento donde casi terminamos con la carreta y el caballo en un arrozal, el caballo pasó al lado de una plácida vaca, esta se movió un poco y el podenco asustado giró y terminamos medio de lado a punto de volcar sobre el arrozal inundado. Risas... La mujer muy simpática todo el camino, tratando de hacerse entender con nosotros, nos llevo a ver un par de templos antiguos y luego a un sitio al lado de su casa para que comiéramos. La mujer nos dejó allí y se fue a hacer recados o algo parecido, la vimos pasar un par de veces mientras comíamos. La comida estaba exquisita, es difícil encontra aquí algún sitio donde cocinen mal.
Finalmente, vinieron a recogernos para ver el último tramo, un templo antiguo, antes de volver al barco para cruzar. Pudimos ver alguna serpiente cruzar la carretera y algún que otro animal, muy animado el paisaje selvático. Llegamos al embarcadero y nos encontramos unos niños jugando en la orilla del río, se estaban bañando con una rueda de neumático hinchada, disfrutando a grito pelado. Llegó el barco con una scooter, desembarcaron todos y nos subimos dispuestos a volver con nuestro taxista. Nos tocó esperar un ratito a la sombra de un gran árbol, mientras bebíamos agua fresca, el calor y la humedad eran sofocantes. Nos faltaba por ir a ver el puente con el atardecer.
Llegamos a U-Bein y aquello parecía la calle Preciados en Navidad. Miles de personas y coches por todos los lados. Todo el mundo quería ir al puente para ver atardecer. Nos acercamos un poco, hasta la entrada, y aquello era una misión suicida. Lo raro es que no colapsara aquel viejo puente de madera con tanta gente yendo y viniendo por encima de él. Decidimos que el atardecer podríamos verlo desde un chiringuito que habíamos visto donde además ponían cerveza, eso sí que es un atardecer bonito. Cruzamos todo aquel gentío y desde la rústica terracita disfrutamos de la cerveza, que terminaron siendo varias cervezas, mientras veíamos un el ir y venir incesante de barcas llenas de turistas que se acercaban a la mitad del puente para tener una mejor visión del atardecer. El nuestro fue con cerveza y mucha menos gente, creo que éramos 6 personas en la terraza.


Esa fue nuestra despedida da Mandalay, tocaba recogerse porque Bagan y sus templos ancestrales esperaban al día siguiente.

sábado, 21 de octubre de 2017

La Imperial Mandalay

El caso es que íbamos para le hotel y terminamos liándonos... sí, encontramos lo que viene siendo una feria de camino al hotel, en mitad de una calle, con puestos de comida, bebida, juegos, hasta una noria! Lo que nos lleva a la conclusión de que en todos los sitios somos iguales los humanos. Da igual dónde hayas nacido que a todos nos gusta el cachondeo, la comida y la bebida, eso es indiscutible, al fin y al cabo es lo que nos hace sentir vivos. Pues estuvimos dando una vuelta y comiendo de los puestos todo lo que nos apetecía probar. Lo cierto es que hubiera probado todo, tenía muy buena pinta. Al final, se nos fue un poco la hora prevista inicialmente, y nos acostamos un poco más tarde, nada grave.
Ya con otro nuevo día, desayunados, nos dirigimos a Mandalay. Cogimos un avión a buen precio y nos evitamos esos interminable buses nocturnos donde es complicado dormir algo más de 1 hora.
Llegados a Mandalay preguntamos para ir al centro desde el aeropuerto y nos indicaron que hay un bus que te lleva al centro, aparentemente lo opera una empresa estatal que es la que te vende los billetes, así que allí mismo se pueden comprar. Eso hicimos y nos dispusimos. El autobús es de esos pequeños, tipo minibus, lleno de ganchillo y adornos caseros por todos los lados, aunque los asientos parecen mulliditos. Esperamos un rato hasta que otros pasajeros subieron y partimos hacia el centro. La carretera estaba llena de baches y casi terminamos con la cabeza incrustada en el techo, recordad no ir en la parte trasera de un autobús de esos si tenéis oportunidad de escoger, aunque deja de ser divertido. Poco a poco, me fui fijando en que la carretera, realmente, son piedras partidas, casi trituradas y alisadas con una apisonadora. Puedes ver en el borde de la carretera, en muchos tramos, a un montón de gente preparando dichas piedras, partiéndolas a mano y colocándolas para que pase la apisonadora para rematar el trabajo.
Llegamos a Mandalay! Nos dejan en la puerta del hotel, el cual nos han preguntado primero, nos van dejando uno a uno cuál es nuestra parada. Nos reciben con un zumo y una gran sonrisa, siempre tratan de agradar al máximo. Es mediodía y hay un poco de hambre aunque en el vuelo nos han dado algo de beber y un par de bollos artesanos que venían envueltos en papel film transparente de forma manual. Un trayecto de poco menos de una hora (alguien debería aprender en las aerolíneas europeas, no fomentéis el gremling de Ryanair).
Ya en plena calle, con un calor y humedad sofocantes, pasamos por la puerta de un sitio con comida thai...zas! viva el curry verde! Muy agradable la gente y refrescante la lata de Chang que cayó. Ahora sí estábamos listos para salir a ver cosas.
Caminando por la zona del Palacio, observando su gran canal que lo rodea, dimos con un taxista esperando incautos a la sombra, aunque más bien dio él con nosotros. Total, que terminó liándonos y nosotros dejándonos liar y acordamos que nos llevaría esa misma tarde a ver un montón de sitios y pagodas, y así fue. El hombre muy simpático, bromeaba sobre lo malos que son los políticos en todos los sitios y que estaba en contra de que el gobierno corrupto cobrara impuestos y tasas a los extranjeros y que ellos, los birmanos, no vieran grandes mejoras en su sociedad. Comentaba que fue profesor, pero cuando cambiaron el régimen le tocó ser taxista, menudo cambio! Lo bueno es que hablaba inglés y, a pesar de la falta de dientes (joder con las dentaduras), nos entendíamos más o menos. Pagoda arriba, pagoda abajo. Finalmente terminamos en la pagoda más alta de Mandalay, tan solo hay que subir 1700 escalones para llegar arriba, lo que con el calor y la humedad, se hace bastante pesado, aunque hay una parte que se puede subir en coche y llega casi hasta arriba, pero no tiene gracia si no llegas sudado y moribundo, no? Así que empezamos a subir, y subir, y subir... pasando por tramos donde se podía observar algo de las vistas que nos esperarían 600 escalones más para arriba. Un tramo empinado donde tocó agarrarse a barandilla, no sé si fruto del cansancio o más bien de la verticalidad. A mí había escalones en los que no me entraba complementamente el pie (calzo un 43). Pero llegamos arriba! Las vistas al atardecer eran lo que prometía, espectaculares de todo Mandalay. Estábamos en Mandalay Hill, por fin.





Disfrutamos un ratito de las vistas, había bastante gente pero es grande y no da esa sensación de muchedumbre. Un poquito de la puesta de sol y tocaba bajar, teníamos un ratito hasta abajo y sin luz sería un poco más pesado. No teníamos el frontal, se quedó en el hotel puesto que no teníamos pensado liarnos tanto como hicimos, nos va la marcha. Bajamos, y bajamos. La mayoría de puestos de comida y bebida habían cerrado ya, había locales que seguían subiendo con comida, imagino que para cenar allí o incluso dormir en algún rincón. Lo bueno de estas temperaturas es que no necesitas nada para abrigarte, es que ni refresca por la noche, aunque alguno vi con chaqueta finita... qué calor! Nos paramos en un puesto que tenía postales, ya que no habíamos visto muchos sitios de postales y ons gusta coleccionar de viajes. En ese momento noté que me picaban 2 mosquitos, o el mismo 2 veces. Pude sentirlo y al momento, se me hinchó la parte del picotazo, tenía 2 pómulos en lugar de uno. Maldito!
Llegamos a bajo después de un largo paseo y allí seguía el taxista, esperando con cafés y mascando tabaco. Fin, vámonos para el hotel que necesitamos una ducha y zampar algo, tarde improvisada de algo más de 5 horas. Cuando llegamos, una ducha rápida y salimos de nuevo a la calle a comer algo, ya empezaban a cerrar sitios y puestos, pero encontramos un pequeño puesto en una acera (por llamarla de alguna manera), no había mucha luz, pero tenía unas mesitas bajitas de plástico y unos taburetes, suficiente. Nos entendimos por señas con las señoras del puesto, básicamente era si noodles o arroz, que era la base del plato, luego empezaron a traer un montón de verduras, pollo y cerdo para acompañar los noodles, con salsas a cual más picante y una sopa, un caldo de pollo y verduras riquísimo, con un poco de picante. Con la mesa llena y surtida, nos debieron ver rasgos segovianos y nos dieron un par de bolsitas de cortezas de cerdo, sí, cortezas! Estaban buenísimas. Nos pusimos de comer hasta las orejas y con la boca echando fuego del picante, nada que no se bajara con un poco de arroz blanco y agua fresca. Una cena espectacular y mucho más espectacular el trato de la gente, encantados. El precio os lo podéis imaginar, si no ya os lo digo yo. Muy barato.
Ahora sí que de vuelta, toca dormir, pero antes el show de la mosquitera... aunque finalmente siempre conseguimos colocarla de alguna manera. Mandalay y alrededores esperan mañana, hemos quedado con el taxista para ir a ver más cositas, nos ha caido muy bien el señor. Por cierto, tengo su tarjeta, por si os interesa el contacto.

viernes, 20 de octubre de 2017

Lluvia y Fiesta

Amanece tronando y el diluvio universal parece que ha llegado. Noodles para desayunar y tirando para la calle a ver cosas que hay muchas ganas. Chubasquero, chanclas y a correr que, por suerte, la temperatura es buena y el agua de la lluvia resulta hasta calentita.
Tras caminar un rato bajo la lluvia, decidimos coger un taxi para irnos a una parte alejada de la ciudad con la intención de ver algunos templos curiosos. Conseguimos uno por fin y tenemos que entendernos con el taxista sacando la calculadora del móvil, su poco inglés y la falta de gran parte de la dentadura, no ayudaban mucho a la pronunciación, pero tirando de recursos, por fin lo conseguimos!
Terminamos en una gran pagoda, llena de muchos locales rezando, con un gran buda reclinado. Había mucho ambiente allí, gente rezando con varios monjes, gente comiendo en una especie de restaurantes improvisados dentro de la propia pagoda y un sinfín de niños corriendo. Importante descalzarse antes, ya sabemos. Lo que no entendíamos era su empeño en apartar nuestro calzado (unas simples chanclas) de el del resto de los locales. Esa vez hicimos caso, el resto del tiempo hemos pasado y según llegábamos las tirábamos en algún lugar de la entrada.
Después de visitar varias pagodas bajo una lluvia a veces intensa, otras débil, pero siempre sin parar de llover, terminamos en una avenida repleta de gente y puestos de comida. Había miles de personas peregrinando por aquella calle, subiendo hacia el templo y otros ya bajando, superando docenas de coches que se cruzaban con gente hasta los topes de un lado para otro. Un bonito caos mojado donde tenías que sortear algún charco que te podía llegar por las rodillas, o directamente riadas de agua con a saber qué, que salían de algunos de los laterales de aquella avenida. Resultaba que ya estábamos en la calle que conduce a la Shwedagon Pagoda, la más importante para todos los budistas birmanos, ya que contiene algunas reliquias de Buda, y además era la tan esperada fiesta budista de Thandingyut,el festival de las luces, donde toda la ciudad se viste con luces de una u otra manera. Una de las fiestas más importantes en Myanmar. Comprendimos perfectamente todo el gentío que había y la cantidad de luces que había por lsa fachadas de casas y edificios.



Con estos datos y procesados, continuamos dirección a la gran pagoda, mezclándonos con la gente, totalmente empapados y sin dejar de saludar a unos y otros. Llegamos por fin a la escaleras de la pagoda y tocaba descalzarse, y puedo asegurar que entre la cantidad de gente que había, los azulejos empapados en agua y descalzos, aquello se convirtió en un pequeño acto de fe funambulista. Subir escalones y más escalones con algún que otro resbalón, pasando por los miles de tenderetes con motivos religiosos, florales y algún que otro puesto de comida. A medio camino, cruzaba una carretera para que la gente más impedida pudiera llegar hasta arriba con alguna que otra facilidad y un guardia trataba de regular el paso entre los miles de viandantes que subían y bajaban, con las docenas de coches que se apostaban para cruzar y dejar a sus ocupantes. Finalmente llegamos arriba! pagando una entrada, eso sí, aquí los extranjeros tienen que pasar por caja sí o sí, al menos los que no tenemos los ojos rasgados, que es más evidente además de por la altura. Y mereció la pena subir, ver tanta gente comiendo, rezando, disfrutando de la familia. Todo el mundo trataba de ponerse bajo algún porche porque diluviaba de verdad. Aquello estaba lleno de paraguas miraras por donde miraras, pero el resultado era gracioso y que toda la humedad les subía por las faldas y  final estábamos todos más o menos igual con paraguas que sin él, menos mal que por lo menos hacía calor! El suelo, arriba, todo lleno de azulejos o baldosas pulidas, tenía el mismo peligro que el de las escaleras de subida, así que despacito fuimos rodeando la pago, bastante grande, llena de estupas e imágenes de buda por cualquier lado que mirases. Lo mejor era ver la cara de felicidad de la gente, todo el mundo sonría, reía, comida y bebía, sin alcohol, por supuesto. Podías ver multitud de monjes entre la gente, totalmente empapados con sus atuendos narajas, granates, tirando a marrón.
Pasamos un tiempo paseando allí bajo la lluvia y decidimos bajar por otras escaleras por evitar la muchedumbre de la entrada, pero al final resultó ser que todas las escaleras estaban por el estilo. Ni recuerdo lo que tardamos en bajar, pero fue bastante tiempo. Resbalones y más resbalones, mucha gente, e ingluso alguna que otra escalera mecánica en algún tramo, fue lo que nos encontramos, hasta que casi llegando a la salida, una gran cantidad de gente se abalanzó sobre un grupo de personas que regalaban una bebida energética que estaba de promoción. Ya cogíamos las latas de los que repartían y se las pasábamos a los chavales que querían cogerlas, así por lo menos nos dejarían movernos un poco, lo que pasó es que no resultó ser así del todo, éramos incapaces de salir, y sumando lo de los resbalones, pensé que terminaría muriendo en aquellas escaleras bajo alguna lata de bebida energética, pero no fue así, aquí lo estoy contando por suerte. La verdad es que no fue para tanto, pero tenía que ponerle un toque trágico al asunto para hacerlo más vendible, eso sí, no recomiendo la situación a alguien que se agobie con aglomeraciones.
El día fue pasando y la lluvia no daba tregua, pero tampoco nos impidió ir aquí y allá, comiendo en puestos de la calle y disfrutando de la gente en su día de fiesta, no todos los días se puede ver este tipo de eventos.
Mañana ya toca hacer maleta y cambio de ciudad. Breve pero intenso, seguro que volveremos aquí antes de irnos del país.

jueves, 19 de octubre de 2017

Llegada a Yagón

Yagón, Rangún o como más os plazca pero aquí estoy, recién aterrizado y con la humedad pertinente ya en el cuerpo. Con un pequeño retraso en tiempo de aproximadamente 6 horas del previsto inicialmente por una avería (creo que del aire acondicionado) en el avión de ETIHAD, pero sano y salvo.
Lo primero es cambiar unos cuantos dólares en kyats (lo llaman yat, la k podéis obviarla), que siempre será mucho mejor pagar en la moneda local para que los cambios sean favorables que si no se desmadra el presupuesto. Billetes planchados y que huelan a nuevo, como los vean con alguna marca o algo, no os los cogerán. Ya me encargué de hacerme con unos recién salidos del horno para llevar a Myanmar, aunque tenía algunos sobrantes en casa del viaje anterior a USA, traté de colarlos todos pero no hubo manera, aunque sí se cogieron unos pocos.
De ahí a negociar un taxi para el centro, y no fue mal la cosa, al final nos juntamos con una chica belga y así compartimos gastos que, total, iba a la misma calle, qué casualidad!
El recorrido muy pintoresco, me recordaba mucho a Hanoi solo que sin motos, excepto la policía, ellos sí que pueden llevar. Aún así, como en cualquier ciudad grande del sudeste asiático, caos circulatorio por todas partes, mucho claxon y el añadido de escupir chorros y chorros de tabaco de mascar por las ventanillas. Algo parecido a un chorro de barro... luego cuando ves las dentaduras al sonreírte te das cuenta de todo.
Es interesante apreciar que el volante está a la derecha en la inmensa mayoría de vehículos pero circulan por la derecha, como en España. Pregunté y me dijeron que es porque se los compran a Japón y como allí circulan por la izquierda, pues es lo que toca, solo que la gente pudiente puede comprarse un coche adaptado a las carreteras, lo cual no está mal porque se adelantan constantemente y puede ser peligroso en más de una circunstancia pero... quién dijo miedo habiendo hospitales!
Después de un rato largo, largo (pillamos la hora punta del mediodía), llegamos a la calle doce, donde nos recibió muy amable toda la gente del hostel, hostal, pensión, no sé muy bien cómo definirlo. Instalaciones muy modestas puestas con la mejor intención de agradar. Suficiente para lo que necesitamos, una cama, una ducha y listo. Y la ducha era un baño compartido al final del pasillo, abierto y compartido con los propios trabajadores del hotel, todo en familia.
Buscar la wifi para avisar a la familia de la llegada y a salir a la calle! lo de la wifi es ciencia ficción, va y viene mucho, sin velocidad y con una calidad regulera. De vacaciones genial porque desconectas, pero si tienes que currar o similar, mejor cómprate una tarjeta en alguna de las millones de tiendas o puestos de la calle y, aún así, tampoco creas que vas a poder hacer mucho en muchas de las zonas por las que pases, la cobertura es tan regulera como la calidad de la conexión. Suerte.





Ya en la calle! Olores a comida y a basura, que aquí se mezcla todo y hay agua estancada en muchos sitios. Noodles, arroz y montones de especias aguardan. Cerca del chinatown e indiatown de Yagón, lo mejor es dar una vuelta de reconocimiento para buscar sitio para la cena, que hambre no hay con tanta comida en los vuelos. Por muy cortos que sean, siempre nos dan algo de comer, ya podían aprender muchas compañías europeas del servicio y hospitalidad de las orientales, detalles.

Pagodas, templos, mezquitas, iglesias baptistas, ... se entremezclan en una misma calle, adornadas con luces de colores por las fachadas como si fuera Cortilandia. Tienen mucha querencia a iluminar las cosas, por lo menos da alegría aunque tengan poco gusto a la hora de decorar, eso sí. Un trasiego constante de gene por la calle, andando, en bici, carros y coches, con faldas prietas largas y camisas, tanto hombres como mujeres, da igual la condición social, más pobres o más ricos, todo con mucho color y siempre en chanclas, que no falten! Mucha gente nos sonríe o nos saluda por la calle y lo cierto es que damos mucho el cante porque tampoco es que se vea mucho occidental, más bien ninguno. Llevamos 4 horas desde que dejamos a la chica belga del taxi y no nos hemos encontrado con ninguno todavía.

Después de dar una vuelta grande por esta parte de la ciudad, ver su estación de autobuses, un parque donde al caer la noche se ha llenado de multitud de birmanos disfrutando del césped, se sientan a cenar con amigos y familia y a dejar todo tirado cuando terminan, que la limpieza no la tienen todavía muy interiorizada por lo que parece. Terminamos en chinatown, en una de las calles, sentados en una pequeña mesa de plástico con unas sillas bajitas, esperando a que nos pongan un plato de arroz con un montón de cosas que hemos ido señalando del carro donde cocina todo una señora. Muy amable nos acerca el platazo a la mesa, sonriendo y ofreciéndonos té caliente además del agua que habíamos pedido. Importante, el agua siempre es embotellada, agua tratada, no he visto a nadie beber agua de ningún sitio que no sea embotellada o de garrafas grandes que hay en muchos sitios donde es también embotellada, así que tranquilos que no hay intención de pillar diarreas o similar, aunque nunca se sabe!

Reventados, toca dormir... pero antes poner mosquitera, que hay unos mosquitos negros feos con malas intenciones. Después de hacer unos cuantos apaños, ya sí se consigue poner la mosquitera más o menos bien, veremos qué nos depara la noche. Deseando ver Yangón.