viernes, 11 de diciembre de 2015

Phi-Phi y la fiesta

Llega el día de ir a Koh Phi Phi, que muchos conocen el nombre gracias a la archiconocida película de La Playa de Di Caprio (yo no la he visto, ni ganas que tengo). Bajo a la recepción de hostel y me pongo a hablar con mi querida señora, mientras me dice que el transfer que me recogerá para llevarme al ferry, llegará a la hora. Sigo esperando y veo que no llega, la hora del ferry se acerca peligrosamente y allí no aparece nada que se le parezca, continúo hablando con la mujer y vuelve a llamar para ver qué pasa con la furgo. Los minutos pasan y me empiezo a poner ya algo nervioso porque a falta de 10 minutos de salir el ferry, sigo sentado charlando. Finalmente, aparece una furgoneta diciendo que es el transfer, a falta de cinco minutos para que parta el ferry según el horario. Me despido de la mujer y me largo corriendo con el conductor que parece poco estresado. Llegamos a la puerta de otro hostel y montan tres personas más a las que pregunto si van a coger el mismo ferry que yo, resulta que van a coger otro diferente y el muelle no es el mismo. Le digo al conductor que ya es la hora de mi ferry y ni me dirige la palabra, como si no fuera con él la cosa. Recogemos a otra pareja en otro hostel, miro el reloj y veo que es la hora de partida de mi ferry, así que no me da por otra cosa que reírme y decir al resto de la gente que casi me voy con ellos porque ya no llego ni por asomo. Mientras el conductor ya va acelerado con la furgo, creo que podría hacer pole en cualquier circuito de F1. Llegamos al primer muelle y se baja todo el mundo, mientras me quedo sentado descojonado de risa, la gente, muy amable, me dan casi el pésame y me dicen que suerte con el viaje. Se monta el conductor a toda prisa y se pone a hablar por el móvil con alguien dando muchas voces mientras conduce, finalmente cuelga y termina dando un grito y dos puñetazos al volante. Ya han pasado 10 minutos desde que el ferry ha partido, llegamos al muelle y me grita que corra. Llego al interior de la terminal y voy a cambiar el ticket de la reserva por mi billete y me dicen que no corra que todavía no ha llegado el barco en el que tengo que partir, que va con mucho retraso, así que tengo una mezcla entre cabreo, alivio y descojone, pero esto es Tailandia, así funcionan las cosas aquí. La sincronización suiza se habría suicidado varias veces ya.
Después de casi una hora y media de retraso, aparece el barco y abren la puerta para embarcar. Esperando a que desembarque primero toda la gente que hay dentro, la gente se agolpa en el muelle como si fueran a quedarse sin sitio y les tocara ir colgados de los neumáticos. A veces me cuesta ver la diferencia entre los trenes de India y este tipo de cosas de los occidentales, sin diferenciar entre países, que tan civilizados nos creemos hasta que toca "sentarse". Me retiro un poco para ver la cómica escena y, después de casi 30 minutos saliendo gente del barco (parecía el típico 600 lleno de payasos que no paran de salir), por fin empezamos a embarcar. Tiro la mochila donde deja todo el mundo las maletas y me siento al fondo, con los cascos puestos y dispuesto a dormitar un rato. Espero que no se convierta aquello en el barco de las potas como pasó en la Gran Barrera de Coral, allí no hay bolsas de papel.

Cuando abro un ojo parece que ya estamos llegando, no tiene pinta de que haya habido una crisis de vómitos, cosa de agradecer porque el olor ya era de por sí, digamos que, complicado. Ya en Phi Phi, con muchas ganas de ver a mi Stefi, que está trabajando como instructora de buceo en un centro de buceo de la isla, así que si vais por allí, directamente a verla que es una crack y mejor persona. Total, que como está trabajando, me voy con mi petate en busca del centro de buceo que, total, la isla no es muy grande y no me va a llevar mucho tiempo dar con ello, de hecho en menos de 20 minutos estaba allí con ella, con un hambre atroz pero contento por haber llegado. Después de tiempo por ahí dando vueltas solo, es una sensación indescriptible encontrarte con un amigo, debe ser algo como que se te aparezca la virgen y te diga lo de construir una iglesia allí mismo, digo yo, no sé. Total, que de pronto me sentí como en casa. Me acompaña al sitio donde se aloja ella para que me den una habitación. El sitio está muy bien, en la otra playa grande de la isla, con una imagen muy chula de toda la playa, con los garitos nocturnos al fondo a lo lejos, esos que más tarde se escucharán por el rebote del sonido en el agua de la bahía, nada que no se pueda arreglar con... si no puedes con el enemigo, únete a él y vete de fiesta.

Llega la noche y nos vamos a celebrar que he llegado sano y salvo, la palabra clave es bucket, es lo que debe saber cualquiera que va a Phi Phi a pasar un tiempo, le puede salvar la vida. Stefi me presenta a un montonazo de gente, casi todos instructores de buceo de un montón de nacionalidades que están en la isla, todos muy majetes. La noche promete, las risas aseguradas. Me esperan unos cuantos días en Phi Phi, ¿nos lo tomaremos con calma?

No hay comentarios:

Publicar un comentario