viernes, 20 de octubre de 2017

Lluvia y Fiesta

Amanece tronando y el diluvio universal parece que ha llegado. Noodles para desayunar y tirando para la calle a ver cosas que hay muchas ganas. Chubasquero, chanclas y a correr que, por suerte, la temperatura es buena y el agua de la lluvia resulta hasta calentita.
Tras caminar un rato bajo la lluvia, decidimos coger un taxi para irnos a una parte alejada de la ciudad con la intención de ver algunos templos curiosos. Conseguimos uno por fin y tenemos que entendernos con el taxista sacando la calculadora del móvil, su poco inglés y la falta de gran parte de la dentadura, no ayudaban mucho a la pronunciación, pero tirando de recursos, por fin lo conseguimos!
Terminamos en una gran pagoda, llena de muchos locales rezando, con un gran buda reclinado. Había mucho ambiente allí, gente rezando con varios monjes, gente comiendo en una especie de restaurantes improvisados dentro de la propia pagoda y un sinfín de niños corriendo. Importante descalzarse antes, ya sabemos. Lo que no entendíamos era su empeño en apartar nuestro calzado (unas simples chanclas) de el del resto de los locales. Esa vez hicimos caso, el resto del tiempo hemos pasado y según llegábamos las tirábamos en algún lugar de la entrada.
Después de visitar varias pagodas bajo una lluvia a veces intensa, otras débil, pero siempre sin parar de llover, terminamos en una avenida repleta de gente y puestos de comida. Había miles de personas peregrinando por aquella calle, subiendo hacia el templo y otros ya bajando, superando docenas de coches que se cruzaban con gente hasta los topes de un lado para otro. Un bonito caos mojado donde tenías que sortear algún charco que te podía llegar por las rodillas, o directamente riadas de agua con a saber qué, que salían de algunos de los laterales de aquella avenida. Resultaba que ya estábamos en la calle que conduce a la Shwedagon Pagoda, la más importante para todos los budistas birmanos, ya que contiene algunas reliquias de Buda, y además era la tan esperada fiesta budista de Thandingyut,el festival de las luces, donde toda la ciudad se viste con luces de una u otra manera. Una de las fiestas más importantes en Myanmar. Comprendimos perfectamente todo el gentío que había y la cantidad de luces que había por lsa fachadas de casas y edificios.



Con estos datos y procesados, continuamos dirección a la gran pagoda, mezclándonos con la gente, totalmente empapados y sin dejar de saludar a unos y otros. Llegamos por fin a la escaleras de la pagoda y tocaba descalzarse, y puedo asegurar que entre la cantidad de gente que había, los azulejos empapados en agua y descalzos, aquello se convirtió en un pequeño acto de fe funambulista. Subir escalones y más escalones con algún que otro resbalón, pasando por los miles de tenderetes con motivos religiosos, florales y algún que otro puesto de comida. A medio camino, cruzaba una carretera para que la gente más impedida pudiera llegar hasta arriba con alguna que otra facilidad y un guardia trataba de regular el paso entre los miles de viandantes que subían y bajaban, con las docenas de coches que se apostaban para cruzar y dejar a sus ocupantes. Finalmente llegamos arriba! pagando una entrada, eso sí, aquí los extranjeros tienen que pasar por caja sí o sí, al menos los que no tenemos los ojos rasgados, que es más evidente además de por la altura. Y mereció la pena subir, ver tanta gente comiendo, rezando, disfrutando de la familia. Todo el mundo trataba de ponerse bajo algún porche porque diluviaba de verdad. Aquello estaba lleno de paraguas miraras por donde miraras, pero el resultado era gracioso y que toda la humedad les subía por las faldas y  final estábamos todos más o menos igual con paraguas que sin él, menos mal que por lo menos hacía calor! El suelo, arriba, todo lleno de azulejos o baldosas pulidas, tenía el mismo peligro que el de las escaleras de subida, así que despacito fuimos rodeando la pago, bastante grande, llena de estupas e imágenes de buda por cualquier lado que mirases. Lo mejor era ver la cara de felicidad de la gente, todo el mundo sonría, reía, comida y bebía, sin alcohol, por supuesto. Podías ver multitud de monjes entre la gente, totalmente empapados con sus atuendos narajas, granates, tirando a marrón.
Pasamos un tiempo paseando allí bajo la lluvia y decidimos bajar por otras escaleras por evitar la muchedumbre de la entrada, pero al final resultó ser que todas las escaleras estaban por el estilo. Ni recuerdo lo que tardamos en bajar, pero fue bastante tiempo. Resbalones y más resbalones, mucha gente, e ingluso alguna que otra escalera mecánica en algún tramo, fue lo que nos encontramos, hasta que casi llegando a la salida, una gran cantidad de gente se abalanzó sobre un grupo de personas que regalaban una bebida energética que estaba de promoción. Ya cogíamos las latas de los que repartían y se las pasábamos a los chavales que querían cogerlas, así por lo menos nos dejarían movernos un poco, lo que pasó es que no resultó ser así del todo, éramos incapaces de salir, y sumando lo de los resbalones, pensé que terminaría muriendo en aquellas escaleras bajo alguna lata de bebida energética, pero no fue así, aquí lo estoy contando por suerte. La verdad es que no fue para tanto, pero tenía que ponerle un toque trágico al asunto para hacerlo más vendible, eso sí, no recomiendo la situación a alguien que se agobie con aglomeraciones.
El día fue pasando y la lluvia no daba tregua, pero tampoco nos impidió ir aquí y allá, comiendo en puestos de la calle y disfrutando de la gente en su día de fiesta, no todos los días se puede ver este tipo de eventos.
Mañana ya toca hacer maleta y cambio de ciudad. Breve pero intenso, seguro que volveremos aquí antes de irnos del país.

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