Después
del tremendo choque del principio, ya he podido observar detalles de los
samoanos mucho más de cerca y lo que más me ha gustado es el “samoan way” o “al
estilo samoano”. Si el tiempo es dinero, tengo claro que esta gente debe ser
millonaria.
Según
te vas adentrando en su cultura, compruebas rápidamente que nuestra ajetreada
vida para ellos no tiene sentido, van a su ritmo, unos más rápido y otros más
lentos, pero nadie mete prisa a nadie. Las carreteras son de 35 mph (unos 55
km/h), así que cualquier trayecto por la isla te llevará tiempo, pero un tiempo
para disfrutar, de sus vistas, de sus olores, ir saludando a la gente por cada
villa que cruzas, observando a los moas (animales parecidos a los pollos) que
corretean de un lado al otro de la carretera en busca de lombrices. No estamos
acostumbrados a tanta relajación los occidentales, siempre corriendo de un lado
a otro. Recuerdo el primer día, un señor que quería acercarse y charlar para
que cogiera un taxi, me dijo que caminaba muy rápido, que no tuviera tanta
prisa, y entonces no entendía qué quería decir, ahora lo sé. No creo que en
Samoa muera nadie de un infarto por estrés, lo de las arterias obstruidas es
otro cantar, que aquí no son de talla 34, ni falta que les hace para ser
felices. A más de un modisto sí que le iba a dar un infarto en Samoa.
Otra
se las cosas que me han enamorado de Samoa, paisajes aparte, son sus gentes, la
hospitalidad samoana, donde puedes recorrer una calle de 200 metros y que te
digan “hola” o “feliz día” unas 10 veces, siempre con una gran sonrisa, y es
que es así el samoano. Da igual si te conocen o no, da igual que hables o no
samoano, da igual tu color, tu condición, lo que sea, ellos siempre te van a
saludar o a devolver el saludo de forma alegre. Muchos preguntan de dónde eres
por curiosidad, y cuando digo que soy de España, muchos se quedan alucinados de
cómo he podido recorrer tanta distancia para venir hasta aquí, otros ni
siquiera saben dónde está, o bien lo confunden con México, porque ven muchas
películas de acción mexicanas en VO y les suena el idioma.
Samoa,
ese sitio lleno de iglesias por todos lados. Puedes ver varias iglesias (cristianas,
metodistas, del séptimo día del no sé qué, etc.) en una misma villa. Ver cómo
viven la religión es muy curioso, los domingos cierra prácticamente todo,
excepto alguna gasolinera selfservice y alguna tienda de comida tipo kiosko,
todo lo demás cierra, las iglesias abren todo el día y puedes ver entrar y
salir gente con sus mejores galas durante la jornada, es un día muy familiar
para ellos, y es cuando suelen hacer la comida tradicional, con sus grandes
fuegos (se pueden ver muchas columnas de humo por toda la isla) donde ponen sus
“patatas”, una especie de mandioca, aceite de coco, pescado, pollo, cerdo, todo
con hojas de banano, para después terminar comiendo en los fales, las típicas
cabañas samoanas donde se reúne la gente de las villas. Son abiertas y elevadas
un poco del suelo, un simple techo de hojas de palmera y unas cuantas columnas
de madera que lo sujetan (donde se pondrán los jefes de forma ordenada y el
resto en corro), allí los podrás ver comer, dormir, charlar, o incluso jugar al
bingo.
Voy
cerrando que me espera una suculenta comida con una cerveza fresquita (vailima)
y tengo que tomarme mi tiempo, samoan way.
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