martes, 20 de octubre de 2015

Despedida kiwi


Ya van terminando los días por Nueva Zelanda, con profunda tristeza toca despedirse de sus gentes, sus animales, sus carreteras de grava interminables, su viento, su sol, sus días de lluvia entre montañas y algún que otro homenaje culinario en alguno de sus asadores. Es una pasada de sitio, lástima que nos pille tan lejos a los españoles.

Hoy toca dormir en un área de servicio en la campervan, junto a unas vacas que no parece que tengan muchas visitas con frecuencia, todas están en el lado de la valla junto a la furgo. Ningún kiwi visto, tampoco ballenas ni delfines por temporal, pero muchas focas, keas, kakas, conejos y mucho pájaro vistoso, así que algo es algo. Es impresionante la cantidad de fauna salvaje que hay por aquí y cómo tratan de conservar todas sus especies autóctonas, se lo toman muy en serio. He visto muchos carteles avisando de productos químicos encontrados en zonas silvestres, hacen mucho hincapié en avisar de especies invasoras, ponen carteles con consejos para limpiar embarcaciones en lagos por algas, en el campo en ciertas zonas por las botas, etc. Muchos sitios sin papeleras donde te piden que te lleves contigo la basura que generas. Son muy conscientes que cualquier cosa puede alterar el ecosistema; es algo muy palpable en la zona de los glaciares, donde puedes ver dónde se encontraba la lengua hace unos años y en la actualidad. Da gusto ver las explotaciones ganaderas, todo el ganado en campos verdes enormes, pastando sin estrés alguno, en general bastante bien cuidadas las instalaciones. Con razón vas a cualquier super a comprar carne de ternera y sabe deliciosa, muy blandita y jugosa. Y es que no sé si será porque las leyes son muy severas, o bien por educación (confío en lo segundo), pero la gente es muy civilizada y educada, y se ve fácilmente en cualquier servicio público (que los hay en todos los pueblos, ciudades o incluso rutas por el monte), donde siempre hay como mínimo, papel higiénico , o donde te puedes encontrar en la gran mayoría secadores de mano, y todos en perfecto estado, desgastados por el uso pero poco vandalismo, aunque alguno me he encontrado donde especificaban que los cerraban de noche por actos vandálicos, aunque no encontré rastro alguno.

Después de 20 días, más de 3500 kilómetros y habiendo cruzado de norte a sur y de este a oeste las dos islas, creo que me llevo en la mochila un pequeñito reflejo de lo que es Nueva Zelanda y, no me queda otra que decir que, me ha encantado y cuando pueda volveré, seguro, me queda mucho por descubrir

Próximo destino… Samoa, rumbo a la polinesia…

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