jueves, 13 de octubre de 2016

California Dream

 
Después de 14 horas de viaje, saliendo de casa a horas intempestivas para llegar al aeropuerto a las 4:30 de la madrugada (sí, no me he confundido en la hora), ya comienzo el sueño californiano desde San Franciso (San Paquito o San Patxi, para los amigos).
La temperatura acompaña, el cielo bastante despejado, dentro de la sempiterna neblina que dicen que acompaña siempre al tan famoso Golden Gate, y ganas de empezar la aventura. Esta vez ha sido un taxi en lugar de bus o tren, un asiático muy entrado en años con ganas de chapurrear para ver si cala de donde soy. Después de unos veinte minutos relatándome que el otro día llevó a un señor trajeado que lo único que decía era "quick, quick" y que tenía que parar sobre la "blue line", a lo que el asiático se negaba en rotundo porque ahí no se puede parar porque corta el tráfico de bicicletas y te multa la policía corriendo, pues finalmente, me hizo la pregunta clásica de "de dónde vienes?", lo típico de los pueblos "y tú de quién eres", por ubicarse un poco. Yo me apresuré a decir que era de España, español y mucho español, lo típico. Con la charla tan amena, llegamos a la puerta del hotel, uno pegado a un restaurante italiano donde los miércoles suelen actuar unos tipos que tocan jazz en directo. El hotel mola mucho, un estilo años 30, con mucha parafernalia de la época, rehabilitado pero ese encanto se baños con madera y azulejos blancos, espejos de marcos recargados, y esa elegancia obligada de aquellos tiempos.
Hora de dejar las cosas y salir a dar una vuelta para familiarizarse con el barrio, concretamente con el Fisherman's Dwarf, de lo más típico de San Francisco. Y es que es salir a la calle y encontrarse con los aromas de comida diversa, ese regusto por los perritos calientes, los rebozados y el fuerte olor del peperoni de las grasientas pizzas de un 7Eleven. Al final tanta historia para terminar tomando un perrito para cargar un poco las pilas y continuar andando, debe ser que las 4 veces que me han dado de comer en el avión fueron suficiente, KLM se pasa a llamar tus Kilos Los Multiplicas.
Obligado en cualquier sitio con mar, el puerto, con la suerte de tener la vista de lo más granado de la visita a esta ciudad, Alcatraz y el puente Golden Gate, hartos de verlos en mil películas. Cuidados no confundir el Golden Gate con el Puente de la Bahía, este de color blanco. La visión era de celuloide, sentado en un banco de madera en el muelle, perrito en mano atiborrado de ketchup y mostaza, mientras observaba en el horizonte la cárcel de Alcatraz y el mítico Golden Gate. Ese momento que todos tenemos grabado  en la cabeza en mil películas, sólo que ahora el perrito estaba en mi mano, no en una pantalla. Tras aquel momento, paseos y más paseos, cuesta arriba y cuesta abajo porque, otra cosa no, pero esta ciudad tiene más cuestas que granos de arena el Sáhara. Rincones chulos, rincones menos chulos, pero todo con ese aire de ciudad de baja altura y gran extensión, avenidas kilométricas perfectamente cuadriculadas, llenas de coches, autobuses eléctricos, bicis y los míticos cable cars (como tranvías pero van conectados con un sistema eléctrico enterrado).
Finalmente, llega la hora de cenar, el hot dog no daba para tanto, y termino en el parque temático-centro comercial-gastro restauración que es el muelle 39, repleto de tiendas, bares y restaurantes, hasta una tienda de objetos de magia llamada Houdini Shop, de todo. Y qué es lo que me llama la atención? Exacto, el Bubba Gump dedicado a la película de Forrest Gump, y es que en una anterior visita a NYC, hay uno en Time Square y me quedé con ganas de entrar a probar sus gambas crujientes rebozadas, ahora era mi oportunidad y así ha sido. No voy a decir si están buenas o malas, tendréis que probar vosotros, aunque sólo diré que repetiré.
De momento es lo que hay, mucho por visitar todavía, mucha cuesta que subir y grasa que saborear para equilibrar, no vayamos a tener un cuerpazo atlético
.

Buenos días para vosotros, buenas noches para mí.

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