miércoles, 26 de octubre de 2016

Vuelta al viejo oeste

Carreteras polvorientas, menos tráfico y mucha arena alrededor, esto es el desierto! Tengo que ser sincero y el camino a Joshua Tree, la primera parte, es lo más parecido a una escombrera que he visto en mi vida, pero sin escombro, vaya. El que conozca la carretera de San Martín de la Vega sabrá lo que quiero decir. Y cómo no, un atasco! En pleno desierto y te puedes topar con un atasco porque están haciendo obras en un tramo de la carretera, paradojas de la vida. Como precaución antes de entrar en Joshua Tree, siendo un desierto y Parque Nacional, conviene mirar el depósito del coche y parar a repostar, que lo pone en todos los sitios y es que debe haber mucho despistado por el mundo desértico. Ya todo listo, gasolina, agua, comida y la tarjeta del annual pass de parques nacionales preparada, Joshua comienza, ahora sí que con mucha arena, cactus y rocas, que mires donde mires puedes imaginar coyotes, cascabeles, indios y vaqueros. Un buen sitio para practicar boulder de escalada, pero en la parte más visitada del parque, por donde entramos, Chiriaco, tienes que hacer muchos kilómetros hasta ver algo que realmente te interese. Subida a la parte más alta de Joshua, donde puedes ver todo el valle de Coachella, ahora tan famoso por su festival de música, y un montón de cosas que podríamos ver si no fuera por la cantidad de polución, eso y las nubes amenazantes de este día. Verás tú que al final veo llover en el desierto...
Un pequeño trekking para visitar una pequeña mina abandonada que en su tiempo dio bastante oro y... zas, la serpiente! No fue una cascabel, pero se cruzó en el camino a nuestro paso una serpiente de medio metro escaso, haciéndome pegar un respingo hacia atrás, quedándose ella más acojonada que yo. Después de haber visto atrás coyotes, zorros del desierto, ardillas, conejos enormes e incluso casi atropellar a un mapache, veo a una serpiente, aunque yo buscaba una cascabel, respeto todo, pero curiosidad mucha más. El caso es que llegamos a la mina, sólo se puede ver por fuera, toda la estructura y maquinaria, pues como siempre hay peligro de derrumbe con estas cosas. Vista la mina, vuelta al coche y, según llegamos, se pone a diluviar. Lluvia torrencial en pleno desierto! Podéis imaginar los torrentes de agua que se formaron en un momento, anegando incluso ciertas tramos de la carretera, había que ir con bastante cuidado porque toda esa agua llevaba tierra. El caso es que la lluvia no nos detuvo para ver alguna cosa más y ya bajar al pueblo. Antes de salir del parque, encontramos un poco de cobertura, era el momento para hacer una reserva por booking se algún motel interesante. Hecho y camino! Llegada al motel, maletas y a beber cerveza en un auténtico bar del lejano oeste. La decoración era tremenda y el acento de los lugareños mucho más. Ponte una leche de minero, camarera! Cerveza artesana amarga como la hiel pero fresca como una lechuga recién lavada, y se cenar unas costillas ahumadas para caerse muerto.
Salgo del saloon que me falta una pajita en la boca y echar a rodar, sobre todo esto último. Hora de emprender camino a la costa, después de tanta arena viene bien un poco de mar y olas. Long Beach, La Jolla, Corona del Mar... mucho surf, casas de ensueño, coches caros, el Malibú de esta zona, para finalmente terminar en San Diego, prácticamente frontera con México lindo y querido. Y es que San Diego está lleno de español por todos sus rincones, muchos mexicanos viven aquí. Lo más alucinante es el Old Town, un trocito del México del s.XVIII en USA y el origen de California. Pasaría horas perdido por sus calles, en sus edificios, sus tiendas coloridas con motivos mexicanos, y encima ahora en pleno montaje para el Día de los Muertos, tan especial para ellos, lleno de calaveras, ataúdes, altares con fotos de los seres queridos u otros muertos. Tijuana a 40km...
Tacos, Corona y tequila para despedirse de California, toca irse al rancho en busca de un buen T-bone y auténtica BBQ texana.

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