lunes, 30 de noviembre de 2015

Angkor y sentirse Indiana Jones

Llego a la ciudad de Siem Reap (Camboya), donde encuentro a pocos kilómetros la impresionante ciudad sagrada de Angkor, que alojó sucesivas capitales del imperio Jemer en las épocas de mayor esplendor. Es el enclave más turístico de toda Camboya y un paso obligado si visitas la zona, es la mayor concentración de templos que he visto en mi vida, algo que por mucho que te cuenten no aciertas a imaginar. La sensación de encontrarte allí, rodeado de ruinas tan antiguas (las primeras datan del 900 d.C.), más la sensación de respeto y religiosidad allí presente, hacen que sea mágico.
Llego allí en un tuk-tuk para recorrer las más lejanas, no sin antes pasar por la entrada principal para comprar la entrada de 3 días, te la piden prácticamente a la entrada de cualquier templo, entres por donde entres. El calor aprieta desde primera hora de la mañana y hordas de turistas llegados en autobús campan a sus anchas por los principales templos como Angkow Thom, Angkor Wat o Preah Khan. El tuk-tuk me lleva a ver Angkor Wat primeramente para luego dirigirnos a la zona más exterior, Banteay Srei. El momento en el que te encuentras frente a las puertas de Angkor, rodeado de todo aquello, es indescriptible. Es una imagen que has visto muchas veces en foto, de un sitio al que quieres deseas ir según ves aquella escena, y ahora soy yo el que está aquí delante. Flipando a cada paso que voy dando, descubriendo cada rincón de aquel templo, fijándome en cada detalle, cada escultura en la piedra, los textos de sánscrito grabados en las paredes,... podría pasarme el día entero allí pero quiero descubrir más templos, así que voy a buscar a mi tuk-tuk entre la vorágine de tuk-tuks, bicicletas, coches y autobuses.
Importante comprar agua, aunque por muy fría que me la dan, se calienta a los pocos minutos. Eso sí, no es que haya dejado mucho después del trago que le he metido. Son las 8.30 am y parece que lleva horas pegando el sol del calor que hace. Por fin encuentro al conductor de mi tuk-tuk y tiramos rumbo a los templos más alejados. Pasamos por un montón de pequeñas aldeas donde algunos niños que van al colegio nos saludan amablemente. Hacemos una parada en el museo de las minas antipersona. Es el museo de una organización que se dedica a quitar las minas sembradas por todo Camboya. La zona de los templos es relativamente segura, pero el resto del país es peligroso cuando te sales de los caminos trazados. Hay tal cantidad de zonas minadas sin marcar que todos los años mueren muchas personas o sufren algún tipo de discapacidad. Allí puedes ver el horror de las minas sembradas por todo el mundo, tipos de minas, países adheridos al tratado de no proliferación de minas y los que no, etc. El horror de las guerras muchos años después del fin de las mismas.
Llegamos a Banteay Srei por fin, un paseo muy agradable disfrutando de escenas típicas del campo camboyano. El tuk-tuk se queda a la puerta y me pongo a meterme por los rincones que veo,  Cuanto más ves, más quieres, es curioso.
El día va avanzando entre calores y templos, me siento un poco Indiana Jones cada vez que me meto por las ruinas, es impresionante todo lo que hay por descubrir detrás de cada esquina. Hay muchos que prácticamente no tienen gente, están casi desiertos, y otros son los que se llevan la gran atención del público, sobre todo los que están metidos en el mini-tour que le llaman, para los que viajan express y quieren ver exclusivamente lo que se considera más importante. Templos de todo tipo, con muchas estructuras diferentes aunque ornamentalmente son muy parecidos por ser consagrados a las mismas deidades hinduistas como Shivá o Vishnú, que fueron el origen de la construcción de las edificaciones, aunque luego se fue dando paso a multitud de figuras de Buda por ser el budismo la religión predominante en la zona. Hay que tener en cuenta que Angkor fue creada por comerciantes indios que pasaban por esa zona durante varias semanas en su trasiego de India a Camboya y su regreso.
Las luces del atardecer me sorprenden en el templo de Bayón, donde puedo maravillarme con los rayos del sol tocando las enormes caras esculpidas en la piedras de las altas torres que lo coronan. Creo que ninguna fotografía de las que pueda hacer, podrá reflejar lo que realmente se ve en persona en ese momento, es una sensación de completa paz, tranquilidad, como aislado del mundo a pesar de la cantidad enorme de personas visitando dicho templo.
Terminada ya la jornada, entre sudores, cientos de fotografías y un sinfín de escaleras que he subido y bajado en los templos, llego a Siem Reap para descansar un poco, alquilar una bici y disponerme a ver el amanecer del día siguiente, me han dicho que es una maravilla verlo desde el templo de Angkor Wat, donde se puede ver reflejado en un pequeño lago, parte de los edificios del mismo. Así que ya que estoy ahí, qué narices! vamos a pegarnos el madrugón para ver esa maravilla.

Bici lista, mochila preparada, cenado... a dormir que las 4 am llegan muy pronto.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Cu Chi y el delta del Mekong


En plena selva, a unos 60 kilómetros de Saigón, encuentro Cu Chi. Tras pasar hordas de gente en la taquilla, voy para ver las recreaciones de la vida allí durante el conflicto, cómo cocinaban bajo tierra, trampas para capturar, herir o matar soldados enemigos, o métodos para estar a salvo se los animales peligrosos de la zona como las serpientes. También puedo ver la forma en la que reparaban y preparaban las armas, e incluso cómo reutilizaban para munición parte de las bombas y minas del enemigo, algún que otro tanque desvencijado. No soy muy bélico pero me resulta interesante desde el punto de vista de la capacidad del ser humano para adaptarse a cualquier situación por extrema que sea.

Antes de ir a la zona de los túneles, pruebo a disparar un fusil en un campo de tiro, concretamente un M16, curiosidad simplemente, tiene menos retroceso del que me esperaba. Tras probar un poco mi mala puntería voy a introducirme en uno de los túneles, el más cercano a la superficie. Tienen una red de túneles muy grande, con 3 niveles según la profundidad, estrechos y con muy poca altura, entre 70 y 50 centímetros, así que es bastante angosto. El primer túnel está modificado para que los occidentales podamos entrar más o menos bien, con varias salidas al exterior por si alguien siente claustrofobia. Me tengo que quitar la mochila de la espalda porque no entro con ella, sigo al guía lo más cerca que puedo porque demuestra lo rápido que un vietnamita puede ir y lo lentos que vamos nosotros, bastante más grandes que ellos y no acostumbrados a ese calor tan húmedo. El frontal que llevo en mi cabeza resulta muy útil en algunos momentos donde la precaria luz del guía desaparece entre curvas. Por fin salimos a la superficie. Estoy como si me hubiera metido en la ducha vestido, chorreando sudor por todos los poros y con las piernas todavía cargadas de ir agachado. Sale el resto del grupo del túnel y vamos a uno todavía más estrecho y profundo, aunque esta vez bajamos sólo a comprobar las medidas y el calor. Bastante más bajito y con mucho más calor. Interesante sitio para ver cómo pudieron subsistir así durante toda la guerra, nada recomendable.

Algo más descansado y menos sudoroso, me dirijo para la zona del famoso delta del Mekong. El río se abre tanto que veo pasar barcos enormes, muchos. Me comentan que el tono marrón del agua no es por suciedad sino por los sedimentos de la tierra que lleva, y comprendo que se refiera a eso, pero la cantidad de plásticos que veo flotando en el agua, no me dejan del todo convencido sobre la limpieza del río. Isla Tortuga, Unicornio… algunos nombres de islotes dentro del mismo delta, aunque sin duda el más grande es Unicornio, donde voy en un barco. En el embarcadero encuentro algunos locales refrescándose un poco en el agua, sigo dudando de la limpieza. Me cuentan una historia que no sé si será cierta, suena un poco ridícula. Es algo como que mandan a estudiar fuera a los estudiantes para adquirir conocimientos, y al volver durante las vacaciones, muchos de ellos se ahogan en el río por las corrientes y su poca pericia nadando, así que últimamente les han prohibido bañarse para evitar más muertes, no dejan de ser una especie de inversión para las aldeas allí establecidas.

Lo cierto es que no tienen gran cosa dentro del islote. Alguna pequeña empresa artesana de caramelos hechos con aceite de coco, miel, algo textil o paseos por los canales interiores en barcazas para los turistas. Disfrutar del entorno y recrearse con el colorido de la zona, eso y mucho calor, allí no corre mucho el aire por la vegetación.

Ya tengo una idea de la vida en el delta, así que enfilo mi camino para Camboya, Siem Reap espera.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Ho Chi Minh city


La ciudad de Ho Chi Minh, anteriormente conocida por Saigón. Tenía ganas de venir a esta ciudad por ser tan mítica durante la Guerra de Vietnam, tantas veces recreada en películas, odiada y venerada. Por lo pronto veo que es un caos pero muy diferente de Hanoi, todo mucho más ordenado, muchas avenidas anchas con amplias aceras y todo bastante más limpio (lo que se considera limpio por aquí). Se ve una ciudad asiática pero muy occidentalizada, sin perder sus señas de identidad. Calles abarrotadas de motos, autobuses, turistas mezclados con locales, mercadillos, olor a comida por cualquier rincón, sus cafés. De hecho, también puedo comprobar el cambio de carácter respeto al norte, aquí se ve más abierta a la gente. Paseo por un parque cerca del Mercado de Tiem Banh y se me acerca un grupo de estudiantes para charlar, dicen que quieren saber de dónde soy, a lo que me dedico, cómo es la vida en mi ciudad y que comente las diferencias que veo entre su manera de vivir y la mía. Es muy instructivo poder intercambiar información de este tipo con la gente cuando viajas, es una manera fácil y directa de aprender muchas cosas.

Estoy cerca de una de las calles principales para los turistas, desde aquí salen numerosos autobuses para Camboya, Laos e incluso Tailandia. Está plagado de agencias de viaje donde contratar excursiones, billetes de bus, avión, barco, actividades de todo tipo. Empiezo a darme cuenta que el exotismo de oriente ha pasado a ser una máquina de hacer dinero y saben explotarlo. Según he ido recorriendo kilómetros por aquí, veo claro lo difícil que es salirse del circuito turístico comercial e ir por tu cuenta. Prácticamente no hay carteles en la carretera que te indiquen direcciones, los pocos que hay están en vietnamita. Para coger transporte pasa lo mismo, es bastante complicado sin conocer el idioma. Hasta las cartas de los sitios para comer, fuera de las zonas turísticas de las ciudades, están en el idioma local, y ellos tampoco se hacen por entender mucho. Es algo que he ido comentando con gente que me he cruzado por el camino y, casi todos, estamos de acuerdo en que ven al turista como ganado y, como tal, así lo trata. En ese sentido tengo que decir que estoy algo desencantado con Vietnam, aunque el trato con la gente tampoco ha sido el más cordial, son bastante rudos en las formas en general, a veces creo que ven al extranjero como enemigo, no sé si por la guerra, está relativamente reciente presente todavía en gran parte de la población, sobre todo edades de 50-60 años, la juventud es como en otros sitios, enganchada al móvil y con ganas de fiesta.

La idea es visitar Cu Chi para ver los túneles donde se refugiaba el vietcong durante los ataques americanos, y poder ver de cerca la vida en el Delta del Río Mekong. De momento toca seguir disfrutando de este ca phe sua da, lo que viene siendo un café con leche con hielo, que lo preparan de muerte.

domingo, 22 de noviembre de 2015

La cultura y sus ruinas


Me dispongo a recorrer las ruinas de My Son, una zona en la selva descubierta relativamente hace poco que sufrió muchos daños durante la Guerra de Vietnam, allí se posicionó un tiempo el vietcong y los americanos bombardearon durante mucho tiempo todo esa área.

Voy con guía, un ex militar reconvertido que explica que su padre perteneció al vietcong y estuvo allí durante la guerra, pero por suerte pudo volver con vida, y él nació al poco de regresar. Nos comenta que esa zona está plagada de minas y que hay zonas cerradas al público, no es seguro moverse solo por la selva, pero que poco a poco están limpiando toda la zona, es una labor tediosa y lenta puesto que aunque las localicen, con las lluvias pueden desplazarse de lugar, lo que no hace sencilla la labor de desactivación.

El recorrido es precioso, poder imaginar cómo era aquello en su época más esplendorosa es increíble, con un sinfín de gentes de ir y venir de los templos, plagado de mercaderes y gente rondando a los visitantes. Me fijo en que todas las estatuas tienen la cabeza cortada y, resulta que, fue una especie de afrenta de los franceses cuando llegaron a la zona contra la religión de los locales y también un expolio encubierto, porque hoy en día se pueden ver las cabezas en el Museo del Louvre. Cortaron todas excepto una que olvidaron, que muestra con orgullo nuestro guía. Actualmente están tratando de reparar las ruinas en una colaboración conjunta con franceses e italianos. Es curioso ver cómo las reconstrucciones anteriores están prácticamente oscuras por el moho, mientras que los ladrillos originales siguen en casi perfecto estado. La diferencia es porque los originales utilizaban una argamasa con resina natural de los árboles de los alrededores, y los más modernos utilizaban cemento, hasta que por fin se han dado cuenta del error y tras investigar un tiempo, dieron con la fórmula de los antiguos para restaurar como lo hacían en la antigüedad.

El paseo por la selva visitando templos es interesante, también cansado y con un calor agotador, ese clima que parece que vives en una sauna constante. Menos mal que la vuelta es en barco y corre un poco más el aire, así también puedo ver el puerto de Hoy An de día, con sus embarcaciones pesqueras tan curiosas con unos grandes ojos pintados en la proa que, según los locales, es para dar miedo y poder ver bien el camino.

Aprovecho para visitar el famoso puente cerrado y disfrutar del activo mercado, donde están todos los productos frescos del día. De hecho, el pescado es tan fresco que puedes encontrar a alguna señora recogiendo alguno del suelo por haber saltado del cubo con agua donde estaba. Salir de la masificación y ajetreo de Hanoi está genial.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Saliendo de la gran urbe


Después de unos días breando con millones de motocicletas, sigo sano y salvo, así que decido moverme a una zona rural, seguro que allí la cosa cambia un poco, espero.

El caso es que llego a Danang en avión y me dirijo a Hoi An en taxi porque están muy cerquita. El cambio es enorme, sigue habiendo mucha moto pero ni punto de comparación con Hanoi, el ritmo parce mucho más tranquilo. Según me acerco a mi destino, comienzo a ver mucho turista en bicicleta, incluso en moto. Cuando llego puedo comprobar que es una ciudad enfocada al turista, llena de sastrerías donde te puedes hacer un traje o vestido hecho a medida por un precio muy bajo de lo que acostumbramos a pagar. Respeto a la gente que lo hace pero, sinceramente, no es el souvenir o recuerdo que me quisiera llevar de Vietnam , me parece un tanto ostentoso y ridículo. Pero repito, respeto.

La zona del puerto parece de película, sobre todo por la noche, iluminando los rincones con sus farolillos típicos, su puente y sus barcas navegando el tranquilo rio mientras la gente posa en el agua velas flotantes encendidas. La imagen es idílica, con multitud de parejas  paseando en las barcazas. Noto un ambiente algo más relajado en el gesto de los vietnamitas de aquí, pero sin dejar ese toque arisco.

Aprovecharé para ir a My Son para ver los templos y a la vuelta ver el centro de Hoi An con luz, que me da que no será tan espectacular como las noches iluminadas.

 

martes, 17 de noviembre de 2015

De cultura, política y otras hierbas culinarias


La sensación del principio se va disipando lentamente según pasan los días y las experiencias con locales. Encontrar esa actitud marcial, con actitud ciertamente intimidatoria, de los guardias que custodian el recinto del Mausoleo de Ho Chi Minh, donde no sé por qué narices tratan todo el tiempo de tocármelas a mí. Sólo se dirigen a mí de toda la gente que me rodeaba, que si manos fuera de los bolsillos, que si las gafas de sol, que si la gorra,… y todo eso antes de entrar propiamente en el edificio, ahí entiendo que por respeto se debe, pero fuera? Están muy tontos. Yo lo achaco a que estoy rodeado de vietnamitas y como soy el extranjero, se tienen que darme la matraca para que vean el resto lo rectos (y tocapelotas) que son. Bueno, es una visita que hay que hacer, pero no hay mucho que ver, simplemente ostentosidad del partido único, y la pagoda de un solo pie, que me parece más interesante.

Mi sensación es que choca mucho ese corte marcial comunista con la avidez que tienen para desplumar al turista si pueden, no es así como recordaba el comunismo. Hablando con gente local, se sienten orgullosos de su gobierno por ser comunista y mirar para el pueblo, lo que queda en entredicho cuando en las siguientes frases hablan de tener que pagar bajo cuerda al profesor de sus hijos en el colegio público, o dar propinas a médicos y enfermeros en los hospitales para ser atendidos con más rapidez. Entiendo que haya cierta corrupción, pero lo ven como algo normalizado y estipulado, lo que no casa bien con la filosofía comunista. Para colmo, a pocos metros del Mausoleo, puedes ver una tienda de ADIDAS y algunas que otras marcas.

Cosa que me llama mucho la atención es la cantidad de templos que veo por la ciudad. Otra vez no puedo ver clara la relación entre comunismo y religión, sea budista, hinduista o incluso cristiana. Empiezo a pensar que esto es más bien de cara a la galería. Mientras reflexiono aprovecho para dar un paseo por el lago Hoan Kiem y visitar su pagoda, es un entorno muy interesante, aunque está plagado de grupos de turistas. Muy cerquita del lago me asomo por teatro de marionetas de agua, es algo que quiero ver porque representan escenas de la vida rural vietnamita con música y cantos tradicionales.

Tengo que reconocer que me tiene fascinado la cocina vietnamita, voy probando cosas nuevas siempre que puedo. Sentarte con ellos en los banquitos en la calle, es una experiencia que no te puedes perder.

Rollitos de seafood y un banh bao…

lunes, 16 de noviembre de 2015

De día todo cambia


Amanece y puedo salir a ver el verdadera Hanoi. No negaré que la primera impresión es muy desconcertante. A pesar de haber estado ya en ciudades asiáticas como Bangkok, aquello me parece todavía más caos, desorden, locura. Miles de motos por todos lados, carretera, acera, entrando y saliendo de locales y negocios, las aceras plagadas de motos, suciedad, gente comiendo y todo tipo de puestos ambulantes. No sé muy bien por dónde empezar pero me quiero mover pronto, no me gusta la sensación de ser atropellado en mitad de una acera.

Según voy mirando el plano, gran cantidad de hombres recostados en las motos, se ofrecen para llevarme donde quiera, no paro de oír “motobaik se”, a lo que añado las vendedoras ambulantes de comida. Todo el mundo me quiere, o más bien mi dinero. Vaya con los comunistas, parece gustarles más el dinero de lo que esperaba.

Después de caminar por gran parte de la ciudad antigua de Hanoi, compruebo que no es algo particular de una zona más o menos turística, es algo generalizado. Eres una vaca a la que hay que ordeñar para sacarle la pasta, y no con un gesto muy agradable que digamos, el rictus es bastante serio, malhumorado en algunos casos diría yo, que para nada tiene que ver con el ánimo que experimenté con los tailandeses.

Pero no todo va a ser malo, eh? Que también me he cruzado con gente amable y simpática, pero los menos, lo digo como lo siento. Por suerte, he empezado a disfrutar de la gastronomía vietnamita y hace olvidar todo. Como me va la marcha, lo primero que he hecho ha sido meterme en un sitio donde sólo hay vietnamitas comiendo en pequeños banquetes de plástico, lo que parece ser pho, la típica sopa de Vietnam, pues allá que voy. Por señas (no habla nadie inglés aquí) me indican que coja un plato y me van echando un montón de cosas que le voy señalando a la señora, creo que me van a cobrar lo mismo eche lo que eche, así que me hago un variadito, que no se diga que no pruebo las cosas. En este caso no ha sido pho, ha sido arroz (com), con carne de pollo, pescado, verduras de varios tipos, cacahuetes, huevo y tofu. Pues semejante desmadre culinario está espectacularmente bueno. No pongo el precio porque me vais a correr a gorrazos (lo pongo en dongs para que los busquéis, total 45000 VND).

Según cae la tarde, cansado un poco ya de luchar con tanta gente, me retiro a descansar y a preparar un poco todo lo que quiero ver, incluyendo la excursión a la Bahía de Ha Long, debe ser impresionante.

Fuerte el choque de donde vengo y esto, pero muy interesante.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Hànoi


Después de 15 horas de viaje con escala en Cantón, con unos guardias poco amables y un aeropuerto un tanto regulero, llego por fin a Ha Noi. Sí, Vietnam!
Llego de noche, casi a media noche, así que avisé al hotel donde me iba a alojar que me mandara un taxi o algo, el aeropuerto está bastante alejado (unos 40 minutos sin tráfico). Según salgo a la calle, empiezan los goterones y el bochorno, el clima de Vietnam. Me monto rápidamente en el coche y tarto de mantener una pequeña charla con el taxista para que me cuente un poco del tiempo de estos días y algunas curiosidades, pero su nivel de inglés es paupérrimo (el mío no es que sea mucho mejor pero lo llevo al día con el pase por Oceanía), así que hablamos del tiempo y de donde soy, a lo que viene la pregunta de Madrid o Barcelona, la respuesta de Madrid y la pregunta de Madrid o Atlético, la cual respondo con Atlético y me hace un gesto de bien que le gusta mucho. Así que Florentino, mucha gira asiática pero aquí gusta más el Atleti.
Cuando llegamos al hotel, tras haber pasado docenas de callejones a cada cual más oscuro y lleno de motos por todas partes, están dos personas durmiendo dentro en el suelo con la luz apagada, al primer toque se levantan corriendo, me hacen pasar, me dan la llave, cogen mi pasaporte y que mañana arreglaremos el mundo.
Duchita para quitar la tremenda sudada y a dormir. Mi cena serán unos kitkat que me sobraron de los que compré en Cantón y un poco de agua. No es muy equilibrado, así que no lo hagáis en casa, niños.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Sabor cosmopolita


Los días discurren entre aguaceros y algo de sol, aunque no se deja ver mucho. Ya me advirtieron dos suecas de mediana edad que conocí en la Gran Barrera, decían que Sydney les gustaba mucho pero que llovía con frecuencia y la hacía un poco menos vistosa. El sólo hecho de pasear por sus calles te indica rápidamente su pulso, las nacionalidades tan diferentes que se citan allí, y ese porte de urbe moderna, haciendo perder un poco la identidad de lo que supongo que fue en su día, llena de cadenas de ropa, alimentación, centros comerciales, rascacielos, edificios acristalados, etc. Es algo que hace que cualquier gran ciudad se parezca a otras, siempre mirando a Nueva York como espejo, evidentemente.

Pasear por Circular Quay tiene ese aire de ciudades con mar, el tránsito de ferris como si de autobuses se tratara, que para los que somos de secano nos hace ilusión coger alguno aunque sea para cruzar a la otra orilla. Cruzar el famoso puente y poder disfrutar del Opera House, siempre que los trasatlánticos de turistas atracados lo permitan, son enormes algunos se los que se ven. Cuando te acercas al archiconocido edificio, ves que no es tan blanco como creías y es más marfil. Los azulejos delatan cuando te aproximas a tocarlos. Es curioso tener edificios como este o la ópera de Oslo y que puedas recorrerlos por fuera, tocando su belleza, viviendo sus aristas, ya que no tenemos cerca edificaciones de esas características porque son mucho más antiguas en nuestra España y, por lo tanto, se arquitecta menos accesible.

Después de disfrutar un poquito del sol, la brisa y de la arquitectura, toca darse una vuelta por el Real Jardín Botánico, donde podemos unirnos a una visita guiada con un aborigen para que nos detalle las plantas que se han utilizado (y todavía utilizan) para medicina tradicional, comidas, confeccionar tejidos, etc. También podemos tener otra vista interesante del edificio de la ópera con el puente de fondo, y si cogemos ya la luz del atardecer… de postal. Aviso que hay cacatúas sueltas, muchas, y organizan una escandalera por algunas zonas que parece la selva.

Disfrutar de The Rocks paseando, o ir al Chinese Garden of Frienship y tener un remanso de paz en mitad de Chinatown, descubrir Thaitown o Koreatown, visitar el acuario para disfrutar de todas las especies que tienen allí, ir al Luna Park y entrar por su gran boca que nos da la bienvenida,…

Hay muchas playas bonitas rodeando la ciudad y, como no podía ser de otra manera, hay que ir a una, en este caso la de Bondi, por cercanía, porque ahora llueve bastante y no voy a bañarme, y por el surf, donde suele haber algún que otro surfista independientemente del tiempo que haga. Allí me planto en un viaje cortito de bus y veo los primeros surfistas, pocos la verdad, supongo que por la lluvia y porque se está celebrando la Melbourne Cup, un evento de carreras de caballos donde la gente se pone de punta en blanco para ver en bares y restaurantes las carreras, hacer grandes apuestas y ponerse borrachos como piojo. A las 3 de la tarde puedes ver a señoritas enfundadas en trajes apretados, con tocados como los de Ascott y haciendo eses por la calle, cuando te cruzas con una te sonríe haciendo ese gesto típico de no voy pedo pero se me nota por forzar, muy gracioso.

Total, lluvia y playa, toca volver al centro a cenar algo, buscar unos regalos (todo el mundo pide UGGs cuando saben que vas a Australia, como si fueran gratis) y preparar mochilas, Asia espera.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Ciudad mítica, Sydney


Tras unos días maravillosos en Cairns, toca despedirse de la Gran Barrera de Coral lloviendo para ir al encuentro de Sydney, esa ciudad que siempre sale en el telediario como primera referencia de la celebración del Año Nuevo, o por el archifamoso conocido edificio de la ópera.

Llegada perfecta, el día espera con nubes y claros, y dispuesto a coger el tren para ir al hotel, situado en la Central Station. Como me había enterado del tema de los transportes por una conversación en el hostel de Cairns, fui directamente a por una Opal Card, que es la tarjeta de transporte por excelencia , la cual puedes recargar cuando quieras y es válida para trenes, buses y ferries, es muy práctica.
Primera parada en Sydney, Chinatown! La ciudad está llena de asiáticos pero Chinatown es otro mundo. Todo olores, mucho caos y un ir y venir de gente con fardos, bolsas enormes y demás. La lluvia ha hecho acto de presencia pero no amedrenta las ganas de recorrer el barrio paraguas en mano. Con el hambre llamando a la puerta, creo que es hora de buscar algo, he visto unos dimsum con muy buena pinta. A reponer fuerzas y estudiar un poco el plano de la ciudad, es enorme y no dispongo de muchos días aquí por desgracia.

martes, 10 de noviembre de 2015

No todo va a ser mundo marino


Después de flipar con toda la vida marina de la Gran Barrera, por fin toca ver al animal típico australiano por excelencia, el canguro (el koala también vale, o el ornitorrinco, o el demonio de Tasmania, los dingos… joder la cantidad de ellos que hay!!). Como tampoco ando muy sobrado de tiempo, me dirijo a Kuranda, una villa muy cerquita de Cairns con un rainforest impresionante y una pequeña reserva de animales. La ida es en bus porque el tren turístico que pasa atravesando el bosque ya ha salido, lo bueno es que es más rápido y barato, pero hay que volverse en el tren para disfrutar del paisaje.

El viaje se hace cortito y rápidamente llegas a Kuranda, pudiendo haber disfrutado un poquito del bosque, ya que la carretera discurre por el Parque Natural. La emoción está servida cuando nada más entrar a la reserva veo una especie de lagarto de unos 30 centímetros corriendo por ahí, luego otro, y otro más. Pienso, joder con las lagartijas de Australia. Pues no eran parte de la reserva, están por todos lados, campando a sus anchas entre cocodrilos, canguros, koalas y demás. Toda la mañana disfrutando de los animales, e incluso acariciando a alguno de los canguros. Esos están acostumbrados a la gente y se dejan, no creo que sea lo habitual. Pero tengo que decir que ni koalas, ni canguros, ni siquiera cocodrilos, lo que más me enamoró fueron los wombats, tan regordetes, con una cara simpática que daban ganas de pegarlos un abrazo. Uno se siente tan cerca de los animales en Australia que es fácil entender un poco el carácter campestre de los australianos, es una verdadera pasada porque son animales totalmente distintos a los que estamos acostumbrados. Estamos hartos de ver vacas, perros, gatos, los que salimos al campo vemos alguno más como cabras montesas, águilas, serpientes, y no digamos los que van de monterías (cosa que no apruebo pero respeto), pero poco más, en cambio en Australia, con la fama de “cualquier animal te puede matar”, la cosa toma un cariz muy diferente. Estoy disfrutando mucho de esa cercanía a la naturaleza animal, hacía tiempo y lo echaba de menos, te hace sentir otro animal más, estoy como in niño pequeño con los descubrimientos.

Veremos qué será lo siguiente, no paro de asombrarme.

sábado, 7 de noviembre de 2015

El animal vivo más grande del mundo


Empiezas a tomar conciencia del tamaño de la Gran Barrera de Coral cuando observas desde el avión la cantidad de arrecifes que hay, con un color de agua tan intenso que no lo puedes creer. A veces se menciona como el animal vivo más grande del planeta, ya que puede ser vista desde el espacio, teniendo en cuenta que el coral es un ser vivo y está en constante crecimiento. Llegó el gran momento.

En el muelle principal de Cairns puedes encontrar multitud de empresas que te llevarán a ver algunos arrecifes, suelen ser un par de ellos por motivos de tiempo, ya que no son  barcos muy rápidos y está a una distancia considerable. Yo me decanté por los de Silver, ya que después de estar hablando con la gente del hostel, me dijeron que esta empresa te lleva a ver tres arrecifes porque disponen de un barco más rápido y, de hecho, van a otros diferentes. Así que me puse de acuerdo con ellos y me hicieron la reserva desde el mismo hostel, no tienes ni que desplazarte. Esta empresa daba comida y trajes completos de lycra para hacer snorkel (soy de oídos sensibles y siempre con mocos, así que nada de buceo),  importante a la hora de encontrar medusas en la zona, porque todos sabemos lo que hace una medusa, verdad? Venga, realmente no tenéis ni idea la mayoría porque no os han rozado nunca, sólo conocéis las historias que os han contado (a mí tampoco me han rozado nunca).

Pues después de aproximadamente un par de horas de barco, con más de medio pasaje fuera de juego por el oleaje (las bolsas de papel eran un artículo de primera necesidad), llegamos. He de reconocer que tuve un momento de mareo, pero se pasó rápido, hubo gente que se tumbó en el suelo para relajarse, fue bastante divertido.

Ya enfundado en el traje de lycra, sólo quedaba ponerse las gafas y a ver las profundidades oceánicas a lo Jacques Cousteau. Menuda maravilla ver tanta vida marina en tan poco espacio, tanto colorido, tanta tranquilidad y paz. Toda la gente buscaba a Nemo, y a mí lo que más gracia me hacía eran las almejas gigantes, que con sólo rozarlas se cerraban. Entre arrecife y arrecife, comimos algunas cosillas que había preparado la tripulación, estaba todo riquísimo y, la verdad, con tanto snorkel te entran unas ganas de comer que devoras.

Después de varias horas en los arrecifes, la vuelta se hizo muy cortita. Mucha gente repasando las fotos que habían hecho bajo el agua, comentando todas las especies diferentes vistas, etc. Esa noche tocó cenar de forma suculenta y con cerveza en mano, nos lo habíamos ganado.

Cocodrilos, gaviotas, pelícanos, la gran barrera, murciélagos que parecen Batman por su tamaño, etc. En poco tiempo he visto tantas especies diferentes que estoy flipando.
 

jueves, 5 de noviembre de 2015

La gran Australia


Pues eso mismo, Australia es tan grande que no voy nada más que a pisar un poco en este viaje, es otro viaje más. Me despido ya de mi querida Samoa y toda su gente, que es maravillosa y, si tienes un poco de pizza para compartir con ellos, creed que sacaréis divertidísimas historias y anécdotas.

Primera parada nada más y nada menos que en Cairns, tierra de cocodrilos y donde puedes visitar un poquito de la Gran Barrera de Coral. Algunos dicen que es el animal más grande del mundo y  se puede ver desde el espacio, yo de momento me quedo con un poco de snorkel porque los oídos no me dan para más, estos mocos me van a matar un día.

La llegada al aeropuerto de Cairns, en este caso al de vuelos domésticos, menuda odisea para llegar a Cairns desde Apia (Samoa), primero Sídney, donde pasé la frontera charlando de fútbol con el agente, en cuanto vio que era español, rápidamente preguntó por la Liga, les encanta el futbol (el rugby también, pero no es religión como en Samoa o Nueva Zelanda). Después del control, dirección Brisbane corre que te corre, y finalmente… Cairns! Donde nos recibió bastante calor y humedad, bueno, y un cartel grande de las autoridades avisando del peligro de los cocodrilos y tomaras ciertas precauciones.

Trasporte público en el aeropuerto de Cairns? No, gracias, para qué. Joder, y es que no hay ningún autobús público ni nada, sólo shuttles que puedes reservar con adelanto, o bien taxis. Mi recomendación es que si no vais muchos, cojáis un taxi, te va a costar como mucho 5 dólares australianos más y no da tanto pirulo, porque van dejando a la gente según su hotel, hostal o donde se alojen.

La ciudad es bastante pequeña, así que por muy lejos que parezca que tienes el alojamiento, podrás ir andando desde casi todos los sitios, aunque la mayoría de hostels u hoteles, tienen un shuttle propio con el que podrán acercarte a la zona centro a ciertas horas, o bien recogerte de vuelta, lo tienen bien montado si no quieres andar con calorcerte, que parece que no pero calienta el sol sobremanera, mucha cremita. A todo esto, tomo como centro la playita del Lagoon, que es el paseo marítimo, con una piscina pública muy chula con barbacoas, duchas, servicios, etc. Está todo muy bien acondicionado y es gratis! Así que ya que no es muy recomendable bañarse en la playa de Cairns por los cocodrilos, tienes una opción buena donde refrescarte y disfrutar.

A ver la Gran Barrera de Coral, me invaden las ganas.

martes, 3 de noviembre de 2015

Que hacer por Samoa

Son tantas cosas las que uno puede hacer en Samoa, que resulta imposible reunir todas aquí, sobre todo porque se trata de vivir Samoa, aún asi me arriesgo a poner unas cuantas.
Podemos encontrar muchas maravillas naturales para visitar. Cascadas impresionantes (en algunas incluso puedes nadar como en Afu Au), campos de lava donde puedes disfrutar de vistas espectaculares como el Coast Walk, playas increíbles de arena blanca en Lalomanu, reservas marinas para hacer snorkel o buceo, etc. Una de las cosas que me llamo más la atención fue la cueva de los enanos en Paia. Una cueva contruida en lava, donde la leyenda cuenta que fue excavada por unos enanos, un cazador la descubrió y los enanos le dijeron que si no contaba nada de la cueva, le darían toda la riqueza que quisiera, y todo fue así durante un tiempo, con muchas posesiones, mujeres, mucha riqueza, hasta que un día, el cazador, borracho contó donde se encontraba la cueva a otros cazadores, y a la mañana siguiente todo lo que tenía había desaparecido. Es un lugar curioso donde el guía, encargado de cuidar del acceso a la cueva, me contó que todavía nadie ha encontrado el final de la misma.
Otro de los sitios privilegiados es la piscina de To Sua, de la que seguro habéis visto alguna foto en las muchas guías de viaje de paraísos tropicales del Pacífico. También es genial la casa de Robert Louis Stevenson, el famoso escritor de La Isla Del Tesoro, donde se afincó hasta su muerte. Era muy conocido y querido entre toda la población aborigen, al que llamaban Tusitala (el contador de historias).
Imposible pasar por Samoa sin acercarse a la Villa Cultural de Samoa, de entrada gratuita (la voluntad), donde podremos disfrutar de las culturas del pueblo samoano, desde artes de baile, música, orfebres de madera, costura, hasta tatuaje tradicional samoano, el cual tiene una gran importancia para este pueblo.
Por supuesto, no hay que perderse pasar por la estación de autobuses de Apia, es impresionante ver el colorido de cada uno, con mensajes de todo tipo pintados. El mundo autobús en Samoa es otro mundo. Puedes verlos con la música a todo volumen, de colores diferentes, parar donde no hay paradas, la gente se sube o baja en marcha incluso, pero... esto es Samoa!

Todo eso me dará hambre, y de comer qué toca.
McDonald's ha llegado a todo el mundo, pero no hay que ser tan ganan como para terminar comiendo porquería a casi 17000km de casa cuando la tienes más cerca.
Siempre te puedes acercar a cualquier puesto de la calle donde puedas encontrar BBQ a buen precio, por 6 o 10 talas puedes ponerte hasta arriba, aunque tambien puedes ir a algún restaurante para comer lo que comen ellos normalmente, suele ser pollo rebozado (el rebozado es increíble), un fish'n'chips de pescado fresco, o pollo y verduras con curry. Estuve comiendo en un resort (son unas cuantas cabanas) llamado Fituafe's Indigenous Vai Villas donde compraban todo a gente local, de la comunidad, tanto verduras, pollo, como pescado, a un precio muy barato y con una calidad inmejorable.
También el local de Apia de Pinati's Restaurant es una gran apuesta, donde podras ver la cantidad de samoanos que van a comer allí con la familia, o bien, a coger los pedidos para llevar. A las 19-20 h aquello es un hervidero de gente que entra y sal, y podeis imaginar por qué tiene tanta fama entre los locales, verdad? yo repetí varias veces la experiencia.
Si buscas una experiencia de restaurante más cercano al concepto que conocemos, el Bistro Tatatu de Apia no te defraudará, aunque el precio no es el más barato que vayas a encontrar. Eso sí, la comida y la mezcla de sabores es exquisita, es una experiencia gastronomica para no perdérsela, con un ambiente muy acogedor y distinguido.

Samoa es una experiencia para vivirla, por mucho que pueda contar, no se acercará a lo que realmente disfrutas cuando estás en este sitio. La gente y la naturaleza, todo enamora.

Volveré seguro.