En plena selva, a unos 60 kilómetros de Saigón, encuentro Cu
Chi. Tras pasar hordas de gente en la taquilla, voy para ver las recreaciones
de la vida allí durante el conflicto, cómo cocinaban bajo tierra, trampas para
capturar, herir o matar soldados enemigos, o métodos para estar a salvo se los
animales peligrosos de la zona como las serpientes. También puedo ver la forma
en la que reparaban y preparaban las armas, e incluso cómo reutilizaban para munición
parte de las bombas y minas del enemigo, algún que otro tanque desvencijado. No
soy muy bélico pero me resulta interesante desde el punto de vista de la capacidad
del ser humano para adaptarse a cualquier situación por extrema que sea.
Antes de ir a la zona de los túneles, pruebo a disparar un
fusil en un campo de tiro, concretamente un M16, curiosidad simplemente, tiene
menos retroceso del que me esperaba. Tras probar un poco mi mala puntería voy a
introducirme en uno de los túneles, el más cercano a la superficie. Tienen una
red de túneles muy grande, con 3 niveles según la profundidad, estrechos y con
muy poca altura, entre 70 y 50 centímetros, así que es bastante angosto. El
primer túnel está modificado para que los occidentales podamos entrar más o
menos bien, con varias salidas al exterior por si alguien siente claustrofobia.
Me tengo que quitar la mochila de la espalda porque no entro con ella, sigo al
guía lo más cerca que puedo porque demuestra lo rápido que un vietnamita puede
ir y lo lentos que vamos nosotros, bastante más grandes que ellos y no acostumbrados
a ese calor tan húmedo. El frontal que llevo en mi cabeza resulta muy útil en algunos
momentos donde la precaria luz del guía desaparece entre curvas. Por fin
salimos a la superficie. Estoy como si me hubiera metido en la ducha vestido,
chorreando sudor por todos los poros y con las piernas todavía cargadas de ir
agachado. Sale el resto del grupo del túnel y vamos a uno todavía más estrecho
y profundo, aunque esta vez bajamos sólo a comprobar las medidas y el calor. Bastante
más bajito y con mucho más calor. Interesante sitio para ver cómo pudieron
subsistir así durante toda la guerra, nada recomendable.
Algo más descansado y menos sudoroso, me dirijo para la zona
del famoso delta del Mekong. El río se abre tanto que veo pasar barcos enormes,
muchos. Me comentan que el tono marrón del agua no es por suciedad sino por los
sedimentos de la tierra que lleva, y comprendo que se refiera a eso, pero la
cantidad de plásticos que veo flotando en el agua, no me dejan del todo convencido
sobre la limpieza del río. Isla Tortuga, Unicornio… algunos nombres de islotes
dentro del mismo delta, aunque sin duda el más grande es Unicornio, donde voy
en un barco. En el embarcadero encuentro algunos locales refrescándose un poco
en el agua, sigo dudando de la limpieza. Me cuentan una historia que no sé si será
cierta, suena un poco ridícula. Es algo como que mandan a estudiar fuera a los
estudiantes para adquirir conocimientos, y al volver durante las vacaciones,
muchos de ellos se ahogan en el río por las corrientes y su poca pericia
nadando, así que últimamente les han prohibido bañarse para evitar más muertes,
no dejan de ser una especie de inversión para las aldeas allí establecidas.
Lo cierto es que no tienen gran cosa dentro del islote.
Alguna pequeña empresa artesana de caramelos hechos con aceite de coco, miel, algo
textil o paseos por los canales interiores en barcazas para los turistas.
Disfrutar del entorno y recrearse con el colorido de la zona, eso y mucho
calor, allí no corre mucho el aire por la vegetación.
Ya tengo una idea de la vida en el delta, así que enfilo mi
camino para Camboya, Siem Reap espera.
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