Después de 15 horas de viaje con escala en Cantón, con unos
guardias poco amables y un aeropuerto un tanto regulero, llego por fin a Ha Noi.
Sí, Vietnam!
Llego de noche, casi a media noche, así que avisé al hotel
donde me iba a alojar que me mandara un taxi o algo, el aeropuerto está
bastante alejado (unos 40 minutos sin tráfico). Según salgo a la calle, empiezan
los goterones y el bochorno, el clima de Vietnam. Me monto rápidamente en el
coche y tarto de mantener una pequeña charla con el taxista para que me cuente
un poco del tiempo de estos días y algunas curiosidades, pero su nivel de inglés
es paupérrimo (el mío no es que sea mucho mejor pero lo llevo al día con el
pase por Oceanía), así que hablamos del tiempo y de donde soy, a lo que viene
la pregunta de Madrid o Barcelona, la respuesta de Madrid y la pregunta de
Madrid o Atlético, la cual respondo con Atlético y me hace un gesto de bien que
le gusta mucho. Así que Florentino, mucha gira asiática pero aquí gusta más el
Atleti.
Cuando llegamos al hotel, tras haber pasado docenas de callejones
a cada cual más oscuro y lleno de motos por todas partes, están dos personas durmiendo
dentro en el suelo con la luz apagada, al primer toque se levantan corriendo, me
hacen pasar, me dan la llave, cogen mi pasaporte y que mañana arreglaremos el
mundo.
Duchita para quitar la tremenda sudada y a dormir. Mi cena serán
unos kitkat que me sobraron de los que compré en Cantón y un poco de agua. No
es muy equilibrado, así que no lo hagáis en casa, niños.
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