Me dispongo a recorrer las ruinas de My Son, una zona en la
selva descubierta relativamente hace poco que sufrió muchos daños durante la
Guerra de Vietnam, allí se posicionó un tiempo el vietcong y los americanos
bombardearon durante mucho tiempo todo esa área.
Voy con guía, un ex militar reconvertido que explica que su
padre perteneció al vietcong y estuvo allí durante la guerra, pero por suerte
pudo volver con vida, y él nació al poco de regresar. Nos comenta que esa zona
está plagada de minas y que hay zonas cerradas al público, no es seguro moverse
solo por la selva, pero que poco a poco están limpiando toda la zona, es una
labor tediosa y lenta puesto que aunque las localicen, con las lluvias pueden
desplazarse de lugar, lo que no hace sencilla la labor de desactivación.
El recorrido es precioso, poder imaginar cómo era aquello en
su época más esplendorosa es increíble, con un sinfín de gentes de ir y venir
de los templos, plagado de mercaderes y gente rondando a los visitantes. Me
fijo en que todas las estatuas tienen la cabeza cortada y, resulta que, fue una
especie de afrenta de los franceses cuando llegaron a la zona contra la religión
de los locales y también un expolio encubierto, porque hoy en día se pueden ver
las cabezas en el Museo del Louvre. Cortaron todas excepto una que olvidaron,
que muestra con orgullo nuestro guía. Actualmente están tratando de reparar las
ruinas en una colaboración conjunta con franceses e italianos. Es curioso ver cómo
las reconstrucciones anteriores están prácticamente oscuras por el moho,
mientras que los ladrillos originales siguen en casi perfecto estado. La diferencia
es porque los originales utilizaban una argamasa con resina natural de los árboles
de los alrededores, y los más modernos utilizaban cemento, hasta que por fin se
han dado cuenta del error y tras investigar un tiempo, dieron con la fórmula de
los antiguos para restaurar como lo hacían en la antigüedad.
El paseo por la selva visitando templos es interesante, también
cansado y con un calor agotador, ese clima que parece que vives en una sauna
constante. Menos mal que la vuelta es en barco y corre un poco más el aire, así
también puedo ver el puerto de Hoy An de día, con sus embarcaciones pesqueras
tan curiosas con unos grandes ojos pintados en la proa que, según los locales,
es para dar miedo y poder ver bien el camino.
Aprovecho para visitar el famoso puente cerrado y disfrutar
del activo mercado, donde están todos los productos frescos del día. De hecho,
el pescado es tan fresco que puedes encontrar a alguna señora recogiendo alguno
del suelo por haber saltado del cubo con agua donde estaba. Salir de la masificación
y ajetreo de Hanoi está genial.
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