viernes, 13 de noviembre de 2015

Sabor cosmopolita


Los días discurren entre aguaceros y algo de sol, aunque no se deja ver mucho. Ya me advirtieron dos suecas de mediana edad que conocí en la Gran Barrera, decían que Sydney les gustaba mucho pero que llovía con frecuencia y la hacía un poco menos vistosa. El sólo hecho de pasear por sus calles te indica rápidamente su pulso, las nacionalidades tan diferentes que se citan allí, y ese porte de urbe moderna, haciendo perder un poco la identidad de lo que supongo que fue en su día, llena de cadenas de ropa, alimentación, centros comerciales, rascacielos, edificios acristalados, etc. Es algo que hace que cualquier gran ciudad se parezca a otras, siempre mirando a Nueva York como espejo, evidentemente.

Pasear por Circular Quay tiene ese aire de ciudades con mar, el tránsito de ferris como si de autobuses se tratara, que para los que somos de secano nos hace ilusión coger alguno aunque sea para cruzar a la otra orilla. Cruzar el famoso puente y poder disfrutar del Opera House, siempre que los trasatlánticos de turistas atracados lo permitan, son enormes algunos se los que se ven. Cuando te acercas al archiconocido edificio, ves que no es tan blanco como creías y es más marfil. Los azulejos delatan cuando te aproximas a tocarlos. Es curioso tener edificios como este o la ópera de Oslo y que puedas recorrerlos por fuera, tocando su belleza, viviendo sus aristas, ya que no tenemos cerca edificaciones de esas características porque son mucho más antiguas en nuestra España y, por lo tanto, se arquitecta menos accesible.

Después de disfrutar un poquito del sol, la brisa y de la arquitectura, toca darse una vuelta por el Real Jardín Botánico, donde podemos unirnos a una visita guiada con un aborigen para que nos detalle las plantas que se han utilizado (y todavía utilizan) para medicina tradicional, comidas, confeccionar tejidos, etc. También podemos tener otra vista interesante del edificio de la ópera con el puente de fondo, y si cogemos ya la luz del atardecer… de postal. Aviso que hay cacatúas sueltas, muchas, y organizan una escandalera por algunas zonas que parece la selva.

Disfrutar de The Rocks paseando, o ir al Chinese Garden of Frienship y tener un remanso de paz en mitad de Chinatown, descubrir Thaitown o Koreatown, visitar el acuario para disfrutar de todas las especies que tienen allí, ir al Luna Park y entrar por su gran boca que nos da la bienvenida,…

Hay muchas playas bonitas rodeando la ciudad y, como no podía ser de otra manera, hay que ir a una, en este caso la de Bondi, por cercanía, porque ahora llueve bastante y no voy a bañarme, y por el surf, donde suele haber algún que otro surfista independientemente del tiempo que haga. Allí me planto en un viaje cortito de bus y veo los primeros surfistas, pocos la verdad, supongo que por la lluvia y porque se está celebrando la Melbourne Cup, un evento de carreras de caballos donde la gente se pone de punta en blanco para ver en bares y restaurantes las carreras, hacer grandes apuestas y ponerse borrachos como piojo. A las 3 de la tarde puedes ver a señoritas enfundadas en trajes apretados, con tocados como los de Ascott y haciendo eses por la calle, cuando te cruzas con una te sonríe haciendo ese gesto típico de no voy pedo pero se me nota por forzar, muy gracioso.

Total, lluvia y playa, toca volver al centro a cenar algo, buscar unos regalos (todo el mundo pide UGGs cuando saben que vas a Australia, como si fueran gratis) y preparar mochilas, Asia espera.

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